Los cadáveres de cetáceos varados desempeñan una función esencial en los ecosistemas

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No son desechos, pero los gestionamos como si lo fueran, olvidándonos muchas veces de su notable contribución al ecosistema en un mundo cada vez más aséptico: los cadáveres de ballenas, delfines y otros cetáceos varados en las zonas costeras aportan gran cantidad de nutrientes a los organismos que las habitan.

“Desempeñan una función ecológica esencial”, ha recalcado José Antonio Sánchez Zapata, catedrático del Área de Ecología de la Universidad Miguel Hernández (UMH) de Elche.

Este catedrático oriolano es uno de los expertos que ha participado, junto a un equipo de investigadores internacionales, en un estudio liderado por la Universidad de Granada en el que se analizan, entre otros aspectos, los servicios ecosistémicos proporcionados por los cadáveres de cetáceos varados.

Son fuente clave de alimento para los carroñeros, tanto terrestres y marítimos, y de nutrientes para los sedimentos y la biomasa, además de ser parte integral de los ecosistemas costeros, según esta investigación, que destaca también que, bajo el agua, sus efectos beneficiosos pueden apreciarse incluso durante décadas.

En España, Fuerteventura y el sur peninsular (parque nacional de Doñana) son algunos de los enclaves donde se ha registrado mayor presencia de mamíferos marinos muertos en el litoral, ha concretado Sánchez Zapata.

En el mediterráneo español también se producen estos episodios: en septiembre del año pasado, por ejemplo, el cuerpo inerte de una ballena de cerca de ocho toneladas y en avanzado estado de descomposición apareció en la playa de El Altet, en Elche (Alicante), aunque igualmente se han dado casos en Torrevieja, Gandía, Mataró o el Delta del Ebro, por poner algunos ejemplos.

Proponen habilitar zonas de varamientos

En las costas españolas, los varamientos suelen ser puntuales, aunque no se descarta que sean más frecuentes con el paso del tiempo, dado que se detecta una paulatina recuperación de las poblaciones de ballenas (un proceso condicionado por la lenta maduración sexual de estos mamíferos) y que la mayoría de los países se ha comprometido a su protección legal, tras siglos de una caza comercial tildada por muchos de “abusiva”, ha apuntado Sánchez Zapata.

En el citado estudio internacional, sus autores recomiendan la descomposición natural ‘in situ’ de estos cadáveres siempre que sea posible.

En caso de no ser así, plantean como alternativa habilitar zonas de varamientos, limitar el uso estacional de esas áreas, que podrían ser espacios ya protegidos, y aprovechar la presencia de estos mamíferos marinos para su divulgación educativa y científica en la sociedad.

Sostienen que el enterramiento, la incineración o el transporte de los cadáveres de cetáceos a vertederos para su eliminación son procedimientos habituales que entrañan un coste económico y medioambiental. Como botón de muestra: en Australia, el entierro en la playa de una ballena puede suponer un desembolso de hasta 18.000 dólares (casi 16.400 euros, al cambio del pasado 14 de marzo).

El histórico vínculo de la humanidad y los varamientos

En el devenir de la historia, los humanos que vivían en la costa o cerca de ella veían los varamientos como un regalo de la naturaleza, ya que significaban una “ganancia inesperada”: proporcionaban alimentos, aceite, huesos e, incluso, conocimientos del mar.

“Todo esto revela el importante patrimonio cultural que la humanidad ha estructurado alrededor de los cetáceos varados”, resalta el estudio.

Asimismo, detalla que la mayoría de las ballenas muertas se hunde hasta el fondo, pero alrededor del 10 % puede mantenerse a flote debido al gas producido durante la descomposición.

Mientras flotan se convierten en rica fuente de alimento para orcas y tiburones. Algunos cadáveres quedan finalmente varados en la orilla y atraen a una amplia gama de carroñeros marinos y terrestres.

Un aspecto revelador: los cóndores en América, que son carroñeros obligados, se especializan en gran medida en las ballenas varadas (dependientes de este recurso).

Sánchez Zapata señala que se necesita más investigación sobre la gestión de los cadáveres de cetáceos varados para lograr una mejora de los beneficios netos que reportan a los humanos y los ecosistemas, especialmente considerando que las áreas costeras se vuelven más pobladas, se aprueban nuevas regulaciones de eliminación y los varamientos pueden llegar a ser más frecuentes a medida que las poblaciones de mamíferos marinos se vayan recuperando.

Además de las universidades de Granada y de la Miguel Hernández de Elche, en este trabajo han participado la Estación Biológica de Doñana, el Instituto de Ciencias del Mar (ambos dependientes del Consejo Superior de Investigaciones Científicas), la Universidad Nacional del Comahue (Argentina) y universidades británicas, entre otras instituciones

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