El daño a la especie al comercializar carne de carpincho. Los capibaras, también conocidos como carpinchos o ronsocos, son los roedores más grandes del mundo y están distribuidos en gran parte de Sudamérica. Estos animales sociales están adaptados a la vida semiacuática gracias a su anatomía especializada para nadar y a su dieta herbívora, que incluye plantas acuáticas y terrestres.
Su presencia en los ecosistemas es fundamental, ya que regulan la vegetación y contribuyen al equilibrio ecológico: sin embargo, son cazados por su carne.
En los últimos años, los capibaras ganaron gran popularidad, generando una fiebre mediática conocida como “capibaramanía”. Su imagen es ampliamente utilizada en peluches, prendas de vestir y otros productos comerciales. Sin embargo, este auge también trajo consecuencias negativas, como la captura ilegal para venderlos como mascotas y el incremento de la caza furtiva para comercializar la carne de carpincho.
El mercado negro de carne silvestre es una de las principales amenazas para los capibaras en regiones como la Amazonía peruana. De acuerdo con el investigador Pedro Pérez Peña, del Instituto de Investigaciones de la Amazonía Peruana (IIAP), en mercados como el de Belén, en Iquitos, es común encontrar carne de capibara camuflada como de otras especies. Para evitar su identificación, los traficantes suelen venderla sin patas, ya que esta es la principal forma de reconocerla.
A pesar de la creencia popular de que el consumo de carne de carpincho podría causar vitíligo, la demanda persiste. En el Perú, las comunidades indígenas y ribereñas pueden cazar estos animales para subsistencia, pero su comercio sin certificación es ilegal. La mayor parte del comercio clandestino se centra en las regiones de Ucayali, Madre de Dios y Loreto, donde se estima un consumo anual de 440 toneladas de carne silvestre.

Deforestación y pérdida de hábitat
Otra amenaza crítica para los capibaras es la deforestación. Estos animales habitan bosques inundables, ecosistemas que dependen del equilibrio entre agua y vegetación. La expansión agrícola y la tala indiscriminada están destruyendo su hábitat, poniendo en riesgo no solo a la especie, sino también la biodiversidad de estas áreas.
El Servicio Nacional de Áreas Naturales Protegidas (Sernanp) informa que los capibaras están presentes en al menos siete parques y reservas nacionales en Perú, incluyendo la Reserva Nacional Pacaya Samiria y el Parque Nacional del Manu. Si bien el 96% de su hábitat protegido se mantiene conservado, las zonas de amortiguamiento son cada vez más vulnerables a la deforestación.
Un eslabón clave en el ecosistema
Los capibaras juegan un papel fundamental en la regulación de los ecosistemas acuáticos. Su alimentación contribuye al control de la vegetación, evitando el crecimiento desmedido de ciertas especies vegetales que podrían alterar el equilibrio ecológico. “En un ecosistema sin capibaras, una sola especie de planta podría dominar el entorno y afectar la biodiversidad”, explica Pérez Peña.
A pesar de los desafíos que enfrenta esta especie, su conservación es clave para la estabilidad ambiental. Proteger su hábitat y combatir el comercio ilegal son pasos fundamentales para garantizar la supervivencia del roedor más grande del planeta.
Amigables pero territoriales
Los capibaras son animales muy sociales, pero con un gran sentido de territorialidad. Estos animales, considerados los roedores más grandes del mundo, se caracterizan por formar grupos de diferentes tamaños, dependiendo de la estación climática. Estos grupos suelen concentrar a las hembras y a las crías en el centro y a los machos en la periferia, como una manera de protegerlos.
Estos animales prefieren vivir en grandes manadas de entre 10 y 20 ejemplares y, frecuentemente, se los ve mezclándose y relacionándose con otros animales. Estos acercamientos con otras especies suelen ser muestra de una relación simbiótica, donde un animal, como un ave, puede disfrutar de una rica variedad de insectos, mientras que el capibara se relaja y disfruta de su aseo personal.
De hecho, su increíble naturaleza social también los protege de los depredadores y mejora sus posibilidades de apareamiento.
Fuente: Geraldine Santos – Mongabay, Ecoticias.
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