El huemul es una especie nativa emblemática de la Patagonia. En la Argentina, habitaba en forma continua desde Neuquén (posiblemente sur de Mendoza) hasta Santa Cruz, y desde la Cordillera hasta los pastizales subandinos del este. Pero la caza, la ganadería extensiva, la presencia de perros, la introducción de especies exóticas como el ciervo colorado, la actividad turística no planificada, la tala y el reemplazo del bosque nativo han generado una dramática reducción de las poblaciones de huemul. Hoy se encuentran en la categoría “en peligro” de extinción.
En la Argentina, se calcula que quedan entre 350 y 500 ejemplares, que están separados en poblaciones pequeñas. En Chile se estima que hay unos 1.000 en total, separados en unas 40 poblaciones. Investigadores científicos y ambientalistas sostienen que aún hay esperanza para salvar a los huemules.
Como parte de una estrategia de conservación, cinco huemules fueron capturados por un grupo de investigadores y trasladados a la Estación de Rehabilitación y Recría de Huemules Shoonem, ubicada en la localidad de Alto Río Senguer, al suroeste de la provincia de Chubut.
El desafío del proyecto es capturar a esos animales para curarlos y fortalecerlos. Además se busca aumentar el número de huemules sanos para luego reinsertarlos en los ambientes donde las poblaciones desaparecieron. Se estima que antes había unos 2 millones de ejemplares en Chile y Argentina.
Las poblaciones de huemul en Argentina son pequeñas, fragmentadas y afrontan una declinación continua. La caza histórica lo obligó a recluirse en la zona de alta montaña para sobrevivir. Por eso, tuvo que modificar sus prácticas alimentarias y ese cambio alteró su salud por desnutrición y lo expuso a varias enfermedades.
El investigador en huemules del Conicet Werner Flueck explicó que, durante las invernadas, los animales solían recuperar los minerales en las praderas y valles que no habían logrado obtener en la veranada, cuando permanecían en la alta montaña. En cambio, hoy el huemul vive en los bosques andinos patagónicos de las alturas todo el año, no solo durante el verano. Ocupa estas zonas incluso donde la vegetación está dominada por arbustos y pastizales. Durante el invierno, se desplaza a las áreas más expuestas al sol.
El cambio de su alimentación hace que se debiliten y muchos no logran sobrepasar los 5 años, cuando en realidad el animal debería llegar a las dos décadas. Flueck dijo que padecen enfermedades óseas que terminan afectando su esqueleto y dentadura. “Al perder dientes cuando son muy jóvenes, no pueden comer y esto también los debilita”, aclaró Flueck, quien es doctor en biología suizo nacionalizado argentino y orientó su formación a los ciervos en Suiza y Estados Unidos a partir de 1980.
En qué consiste la iniciativa
Ante el retroceso de las poblaciones de huemules, el primer intento concreto de armar un centro de recría para huemules se hizo en 1996. Pero nunca se logró avanzar. Esta vez, la iniciativa ya dio sus primeros pasos.
La Dirección de Flora y Fauna Silvestre de Chubut, la Fundación Shoonem y la Fundación Temaikén impulsan un plan de conservación de la especie a través de la Estación de Rehabilitación y Recría, que combina actividades de rehabilitación, cría y reproducción.
Ese centro fue construido con el aporte de una organización civil de Suiza, la Fundación Erlenmeyer, para albergar a huemules de los lagos Fontana y La Plata en un predio de 100 hectáreas. El doctor Flueck detalló que la creación del centro de cría busca imitar la experiencia de la Fundación Huilo Huilo, en Chile. Allí se logró criar y reinsertar ciervos autóctonos en la Región de los Ríos donde se había extinguido.
En esta oportunidad – aclaró-, se trata de “entender y solucionar algunos problemas específicos detectados en el trabajo de campo, como infecciones en bocas, ausencia de dientes, sinusitis crónica, deficiencias en minerales y otros problemas vinculados al hábitat cordillerano”.
Flueck es el director científico de Shoonem, una fundación que estudia el huemul desde 2014. La Fundación Temaikèn abocada a la conservación de la biodiversidad desde hace 20 años también se sumó al proyecto de recría de huemules en Chubut.
Guillermo Delfino, especialista en Conservación de esa organización, destacó que “el trabajo en las montañas y bosques requirió de una coordinación exhaustiva entre las instituciones en la que pudimos aportar nuestra experiencia en los manejos clínicos veterinarios para realizar las contenciones químicas a campo, el traslado de ejemplares y la toma de muestras”.
Se considera que la recría en centros para luego hacer reintroducciones a zonas de buena calidad nutricional es una herramienta para la conservación del huemul. También lo es la reenseñanza de la costumbre migratoria para permitir que las poblaciones se reconecten. La población puede ayudar también: al encontrar un huemul, se aconseja mantener una buena distancia, aunque el animal permita un acercamiento. Se puede instruir a otros y reportar casos de comportamientos humanos que puedan poner al animal en riesgo.
Cómo se estudia al huemul
El huemul perdió su tradición de migrar por la sobrecacería y por el establecimiento de las poblaciones humanas en zonas que habitaba, según Werner Flueck, quien los estudia desde hace décadas. Cuando empezó no había información sobre los animales. “Solo algunas menciones verbales que en tal y tal lugar todavía había”. En 1990. Flueck comenzó a visitar determinados sitios durante una o dos semanas, con mochila, carpa, comida y telescopio. Detectó que la zona del lago La Plata “era especial” y allí focalizó la atención. Finalmente, se creó el Parque Protegido Shoonem -y ahora, Estación Shoonem-.
Contó que “la mansedumbre del huemul le permitió a los seres humanos eliminarlo en las zonas donde se instaló históricamente. Con eso, también eliminó la costumbre de migrar en las invernadas”.
El investigador señaló que nunca vio animales silvestres “tan confiados al humano como el huemul que miran pidiendo ayuda”.
Hasta ahora, su reclutamiento, indicó, es mínimo. “Ningún grupo ha crecido sino que, por el contrario, se siguen perdiendo grupos. Sin crecimiento poblacional no logran recuperar las zonas donde fueron exterminados”, planteó.