TECLA es la ciudad invisible de Italo Calvino que no termina de definirse nunca, es la urbe que está condenada a cambiar de forma y, por lo tanto, es cualquier metrópolis actual.
Por eso el arquitecto Mario Cucinella (Palermo, 1960) ha bautizado así este prototipo de vivienda de adobe materializado con una impresora 3D y levantado en Massa Lombarda, una localidad italiana cerca de Rávena.
Como cualquier ciudad cuando cambia de forma, el prototipo es un puente entre el pasado —las viviendas de adobe— y el futuro —las viviendas de tierra y fibras locales unidas por un coagulante (5% de la materia) e impresas en 3D. Por eso esta casa es a la vez algo eterno y algo nunca visto: tecnología de vanguardia al servicio de lo que queda fuera del tiempo.
Cucinella ha trabajado con la empresa italiana WASP —expertos en impresión 3D— y explica que “la escala de los edificios y la velocidad en la que pueden obtenerse sus partes no deja de aumentar con la actualización constante de la tecnología 3D”. Imprimir esta vivienda de 60 metros cuadrados, y 49 metros útiles, ha costado 200 horas de trabajo (en varias impresoras).
Por el momento, y al tratarse de un prototipo ideado para que se pueda reproducir —y con la repetición abaratar su costo— ni el arquitecto ni la empresa pueden ofrecer un costo aproximado.
Sí ofrecen más información sobre el material que es además la estructura y el acabado de la casa. Se trata de un alto porcentaje de tierra local mezclada con fibras, en este caso de arroz, y con un 5% de un coagulante que produce la empresa Mapei. Esa decisión —que todo fuera tierra, un único material— es estratégica, es decir: a la vez técnica, económica y estética. Por una parte, reduce la posibilidad de errores en juntas y limita a cero el desperdicio de material. Por otra, la forma de la vivienda resultante es singularmente orgánica: lo contrario a lo que cabría esperar a una casa surgida de una máquina.
TECLA es un prototipo que busca levantar viviendas a partir del suelo donde se van a construir. La tierra con la que se trabaja, y las fibras que se emplean para la mezcla material, son siempre locales y, por lo tanto, la emisión de carbono es baja. Además, tanto la estética como la naturaleza aislante del material facilita el control energético, abriga y aísla al tiempo que permite la ventilación. La idea de la cueva refiere al tipo de viviendas semisubterráneas construidas con tierra en Matmata, las casas trogloditas en el sur de Túnez,
En el interior de la vivienda hay una zona de estar, un baño y un dormitorio. Los muebles, estanterías y bancos corridos, forman parte de las paredes de la casa y también los produce una impresora 3-D.
La unión entre lo local y lo vernáculo, la rapidez de producción y construcción, la baja emisión de carbono durante la construcción y el kilómetro cero de los materiales —son creadas in situ— podrían hacer de estos prototipos propuestas cargadas de futuro. Resta por ver el coste final de las viviendas para entender si se trata de una idea ingeniosa o de una brillante solución para la falta de vivienda en muchas regiones del mundo. Cucinella, que ha terminado la construcción de la Iglesia de Santa Maria Goretti en Mormanno y concluirá el Hospital de San Rafael en Milán durante el próximo otoño, habla de la tecnología al servicio de la condición humana y el medio ambiente. “Los problemas de la gente en la tierra pueden hallar solución en la propia tierra”.