El legado de las primeras mujeres científicas en la Antártida: Las Cuatro de Melchior

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En 1968 un hito protagonizado por cuatro mujeres científicas, llamadas Irene María Bernasconi, María Adela Caría, Elena Dolores Martínez Fontes y Carmen Pujals cambió la historia de la ciencia argentina en la Antártida: fueron las primeras mujeres del país que realizaron una campaña científica en el continente blanco.

“Fueron ‘Las cuatro de Melchior’ las que allanaron el camino para que muchas otras científicas puedan trabajar hoy ahí. Tanto ellas como nosotras trabajamos en el Museo, y nos parece muy importante rescatar su figura”, asegura Laura de Cabo, que es investigadora del CONICET y vicedirectora del Museo Argentino de Ciencias Naturales “Bernardino Rivadavia” (MACN).

Irene era especialista en equinodermos, María Adela era bacterióloga, Lola era especialista en invertebrados marinos y Carmen ficóloga. Estudiaron algas marinas, esponjas silíceas, estrellas, invertebrados, erizos de mar. Las apodaron “Las cuatro de Melchior”, por el nombre que llevaba la base antártica donde se alojaron durante dos meses y medio.

“Para conocer mejor a ´Las cuatro de Melchior’, nos influenció mucho María Clara Etchichury, que es una geóloga que cumplió 101 años y que las conoció; nos ayudó muchísimo a armar las historias de vida de ellas. Así surgió el ciclo que terminó llamándose “Pioneras: Las científicas del Museo Argentino de Ciencias Naturales”, en donde reconocen a mujeres que se han destacado en dife­rentes ramas de la ciencia en nuestra institución”, cuenta de Cabo. 

Las cuatro mujeres científicas de Melchior
Las cuatro mujeres científicas de Melchior

¿quiénes eran ‘Las cuatro de Melchior’?

Antes de viajar a la Antártida, Irene Bernasconi era profesora de Ciencias Naturales cuando uno de sus docentes, que estaba a cargo de las colecciones de moluscos e invertebrados marinos en el MACN, la convocó para trabajar con él de forma ad-honorem en 1921. Más tarde, obtuvo un cargo en el Museo hasta la creación del CONICET, en 1958, cuando le fue otorgada una beca de perfeccionamiento. En 1962 pasó a ser investigadora.

Seis años más tarde viajaría a la Antártida. María Adela Caría fue otra de las que se convirtieron en investigadoras del CONICET tras un largo derrotero. Ella trabajó en un laboratorio de productos químicos y biológicos y más tarde ingresó al MACN para dedicarse a su pasión: el estudio de las enterobacterias.

En 1957 formó parte del equipo fundador del Laboratorio de bacteriología en el Hospital de Niños “Ricardo Gutiérrez”, en búsqueda de tratamientos efectivos para enfermedades bacterianas como la estafilococcia pulmonar, diarreas del lactante o infecciones urinarias.

Gracias a toda su producción científica de este período logró ingresar como investigadora al CONICET en 1962, seis años antes de ser una de las primeras cuatro mujeres en viajar a la Antártida.

Por su parte, Elena Dolores Martínez Fontes era otra de ‘Las cuatro de Melchior’. Ella también era profesora de enseñanza secundaria en ciencias naturales, apasionada tanto de la docencia como de la ciencia. Ingresó a trabajar en el Museo como “Ayudante supernumerario”, habiendo tenido siempre un desempeño sobresaliente.

Se dedicó a organizar colecciones de organismos unicelulares, generó guías didácticas sobre enseñanza de la biología e ingresó en 1960 como investigadora al CONICET. La última de Las Melchior, Carmen Pujals, en 1945 se graduó como licenciada en Ciencias Naturales con orientación Botánica. Tuvo algunos otros trabajos hasta que ingresó en el MACN como Oficial Mayor en el Laboratorio de Ficología Marina. Trabajó allí durante cuarenta años.

El viaje a la Antártida de ‘Las cuatro de Melchior’ fue el primero, pero no el único en el que Carmen fue pionera: en 1971 se convirtió en la primera científica argentina en realizar trabajo de campo en las Islas Malvinas.

“Estas cuatro científicas desafiaron también los prejuicios de la edad, tengamos en cuenta que Irene Bernasconi tenía 72 años y encabezó la expedición, y el resto tenían más de 50 años”, advierte Julia D´Angelo, becaria doctoral del CONICET en el MACN.

“Su valioso trabajo y sus contribuciones a la ciencia, especialmente durante su histórico viaje a la Antártida, merecen ser recordados y celebrados como parte integral de la historia científica de Argentina”, asegura.

Pero más allá de su legado, a casi sesenta años después de la expedición de ‘Las cuatro de Melchior’ a la Antártida, el sistema científico cambió de manera significativa. “Yo hace casi cuarenta años que trabajo en el museo, comencé ad honorem y después obtuve un cargo e hice mi carrera dentro del museo.

En el caso de ‘Las cuatro de Melchior’, como en muchas otras historias, advertimos lo que era conseguir un cargo en esa época y muchas trabajaban ad honorem y podían vivir así; eso ahora no es posible. Eso nos aleja y nos acerca a ellas en el sistema científico”, dice de Cabo, que también indica que algunas de ellas eran profesoras del nivel medio y otras estudiaron en la universidad, lo cual no era algo tan habitual.

“Eso también nos aleja de ellas, porque las científicas actuales somos todas egresadas de carreras universitarias.”. Un tercer cambio se puede vislumbrar en sus biografías privadas: “Ellas dedicaron su vida entera a la investigación, no tuvieron hijos/as, y ahora muchas de nosotras además de dedicarnos al trabajo formamos una familia, yo creo que ese es un permiso que muchas de ellas no se pudo dar -dice de Cabo-. Ahora, con mucho esfuerzo, podemos afrontar las dos cosas.”.

Las mujeres científicas tenían cinco laboratorios en bolsas y cajas

La expedición a la Antártida de ‘Las cuatro de Melchior’ se desarrolló entre el 7 de noviembre de 1968 y el 2 de febrero de 1969. El equipo científico viajó a bordo del buque carguero ARA Bahía Aguirre de la Marina de Guerra.

Zarparon de la ciudad de Buenos Aires y luego de cruzar el Pasaje de Drake, el buque arribó al Destacamento Naval Melchior el 19 de noviembre de 1968. Allí, cubiertas de nieve, vivieron durante los dos meses y medio que permanecieron en la Antártida, para realizar trabajos de recolección de “biota antártica”, es decir, flora y fauna del lugar.

“Carmen con 52 años, Elena con 53 años, María Adela con 56 años e Irene con 72 años, se llevaron 5 laboratorios móviles en bolsas y cajas”, cuenta Laura Cruz, paleontóloga del CONICET en el MACN.

“No tenemos más que admiración para estas cuatro mujeres que atravesaron muchas experiencias importantísimas y viajes a diferentes partes del mundo (Islas Malvinas, Uruguay, Francia, Estados Unidos, entre otros) para especializarse en el estudio de materiales, consultas de exhibiciones, congresos (tanto científicos como educativos), hasta llegar preparadas a la Antártida”.

El mismo año que regresaron de la Antártida, comenzaron los homenajes a estas cuatro científicas en vida, que no cesan hasta el día de hoy: ya en octubre de 1969, la “Embajada de Mujeres de América” les rindió homenaje y entregó una medalla recordatoria a cada integrante de la Expedición a la Antártida, al convertirse en el primer grupo femenino que participó en una Campaña Antártica para desarrollar tareas científicas.

En honor a ellas, años después, se llegó a incorporar en la cartografía antártica argentina cuatro accidentes geográficos bautizados con sus nombres y apellidos.

“El legado dejado por estas mujeres en la Antártida fue más allá de su contribución científica; también representa la realización del esfuerzo de su trabajo -asegura Julia D´Angelo-. Antes de emprender su histórico viaje al continente blanco, expresaron en una entrevista: ´Lo hemos deseado toda la vida´.

Esta frase encapsula la determinación y la pasión que impulsaron su trabajo, desafiando las limitaciones impuestas en la época. Su legado continúa vivo, y su valentía y determinación siguen siendo una inspiración para las mujeres científicas de hoy en día”.

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