‘Gualicho’, el dinosaurio patagónico que desvela a los científicos argentinos

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La de ‘Gualicho’ es una historia de pérdidas y fatalidades con final feliz. Una historia esquiva que comenzó en el 2000, cuando un equipo de investigadores argentinos encontró sus huesos junto a troncos petrificados en un campo de Río Negro, justo frente a la localidad neuquina de Villa El Chocón.

 
‘Hallamos un húmero, garras y dientes de un dinosaurios carnívoro. También excrementos fosilizados, pero finalmente no pudimos retirarlos’, explicó el paleontólogo Sebastián Apesteguía. 
 
El espécimen hallado consiste en un esqueleto parcial de unos 6 metros de longitud que comprende vértebras de la espalda, parte de la cola, el omóplato y brazo completo izquierdo, partes de la pelvis, y fragmentos de ambas piernas. Estaba arqueado hacia arriba, con parte de sus costillas articuladas, ‘lo que confirma que se trata de un solo espécimen y permite denominarlo. De otra forma, cuando se hallan esqueletos desarticulados es imposible saber si cada pieza pertenece al mismo ejemplar o a varios’, apunta el investigador.
 
En esa zona afloran rocas de unos 90 millones de años de antigüedad, conocidas como Formación Huincul, cuna del enorme Argentinosaurus (se estima que medía unos 33 metros) y el Gigantosaurus (el carnívoro más grande del mundo). Nos remontamos a principios del Cretácico Superior, una época en la que estos titanes sudamericanos reinaban junto a distintas especias herbívoras. 
 
El siguiente episodio nos lleva a 2007, cuando una expedición conjunta con investigadores de institutos estadounidenses halló las piezas que faltaban. ‘Al principio vimos las patas y luego nos fuimos dando cuenta de que era un esqueleto bastante completo’, afirmó Apesteguía.
 
Era un martes 13. Pocos días después, uno de los dos vehículos que tenían volcó y la campaña debió interrumpirse. Otra vez, los restos no pudieron ser colectados y se los cubrió con yeso para protegerlos. 
 
Al año siguiente las nuevas autoridades provinciales no renovaron los permisos, los trabajos se suspendieron y el dinosaurio misteriosamente desapareció.
 
Hasta que tiempo después se supo que había sido colectado por personal del Museo Patagónico de Ciencias Naturales. Dispuestos a estudiarlo, la tarea tampoco fue sencilla y se sucedieron distintos problemas, incluso algún conflicto con los ‘nuevos descubridores’ de los restos, por lo que el tiempo transcurrió sin novedades. 
 
En esos momentos de enormes dificultades para poder recobrar el esqueleto hallado fue que ‘Gualicho’ se ganó su nombre con todos los honores. Una forma también de congraciarse con watsiltsüm, antigua diosa venerada por las tribus tehuelches como dueña de los animales y del viento, que con el advenimiento del cristianismo ganó fama de entidad demoníaca asociada a la mala suerte y la maldición.
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