Alemania dice desde este sábado adiós a la producción de la energía nuclear nacional. Las últimas tres centrales nucleares que continuaban funcionando en el país serán desconectadas atendiendo a motivos ecológicos, coincidiendo con un momento complejo en el panorama energético por los altos precios y las dudas que rodean el desarrollo de las fuentes de energía renovables. La decisión había sido tomada ya en tiempos de Merkel, pero Scholz alargó el final de la energía atómica para tener asegurado el suministro ante la desaparición del gas ruso.
Solamente un 6,4% del consumo eléctrico total de Alemania en 2022 procedió de las tres centrales atómicas activas. Un año antes, el porcentaje era del 12,6%. El objetivo del gobierno es que las renovables aporten el 80 % del consumo en 2030. En 2022 se situaba en el 46,3 % y, un año antes, en 2021, alcanzó el 42,3 %.
El fin de la energía nuclear en la que es la primera economía europea se produce cuando otros miembros de la Unión Europea han visto en la energía atómica la vía más eficaz para reducir las emisiones de CO2. Francia es el número uno en materia nuclear del continente europeo. Países que la abandonaron, como Suecia, dieron marcha atrás en los último tiempos y recuperaron su producción, mientras que Polonia se prepara para instalar sus primeras centrales.
Hasta 2021 existía un consenso político en torno al apagón nuclear. Prescindir de esta fuente de energía se había acordado bajo un gobierno de coalición de socialdemócratas y ecologistas, y se mantuvo bajo sucesivas coaliciones, también de liderazgo conservador. El impacto mundial que tuvo el accidente en la planta nipona de Fukushima derivó en que la entonces canciller, Angela Merkel, que es doctora en Ciencias Físicas, retirase su plan para ampliar los plazos para el apagón nuclear recuperando así el calendario que habían acordado en 2002 socialdemócratas y Verdes.
El Partido Liberal (FDP), que es el tercer socio del tripartito que sostiene el Ejecutivo de Olaf Scholz, ha defendido la necesidad de dejar las centrales al menos como fuente de producción de energía de reserva, para hacer frente a eventuales crisis futuras. La oposición conservadora ha tachado de obstinación la férrea defensa de los Verdes de la necesidad de dejar de lado la nuclear en medio de la crisis energética que azota Europa.
El argumento fundamental de los Verdes, formación política que históricamente se ha identificado con el lema “¿Energía nuclear? No, gracias”, es que en caso de accidente la catástrofe nuclear es incontrolable. Los ecologistas acostumbran a hacer referencia a los accidentes nucleares de Chernóbil (Ucrania), en 1986, y de Fukushima, en Japón, que tuvo lugar en 2011. Asimismo, en los últimos tiempos los Verdes han denunciado el riesgo que supone la crítica situación en la que se encuentra la planta nuclear ucraniana de Zaporiyia, que es la mayor de europa, en medio de la guerra.