El desperdicio y pérdida de la calidad de los alimentos es una realidad en toda la cadena de valor agroalimentaria. Algo que se verifica en todo el camino que va desde la chacra hasta las góndolas e incluso en los hogares. Por ello, el desafío a nivel mundial es forzar un cambio en los hábitos de aprovisionamiento y consumo para evitar la pérdida y que se malogre la calidad de los alimentos elaborados. Ya que los resultados registrados hoy tienen en el mundo un fortísimo impacto negativo, tanto en lo social como económico, pero también en lo ambiental.
Así lo manifestó Natalia Basso, responsable del Programa Nacional de Pérdida y Desperdicio de Alimentos, que se articula a través de la Secretaría de Agricultura, Ganadería y Pesca de la Nación, en diálogo con el programa radial “Aires de Campo” de Radio Perfil. Consignó que además de trabajar en las cadenas, también se impone la necesidad de evitar desperdicio de alimentos en el consumo realizado en los hogares, donde hay una selección basada en razones estáticas y culturales.
Según indicó Basso, desde el ámbito oficial, se promoverá un estudio para conocer los niveles de consumo de alimento en los hogares argentinos, informes que contarán con financiamiento del Banco Interamericano de Desarrollo. “Si cambiamos nuestras pequeñas conductas, a la larga habrá modificaciones. Cada uno tiene que hacer su parte y traccionar a toda la cadena de valor. No hay culpables y hay que poner manos a la obra para gestar cambios”, dijo la especialista.
Pérdida en el mundo y caso argentino
“El número y volumen de comida que se tira es muy grande en el mundo. Es algo que viene pasando desde hace muchísimo tiempo pero su visibilización fue una parte muy importante del trabajo realizado en los últimos años. Esto tiene que ver con que nuestras cadenas de valor, y sistemas de producción y comercialización agroalimentarios son ineficientes, y terminan generando un impacto negativo en los ámbitos social, ambiental y económico. Esto sucede cuando hay muchas personas en el mundo que no tienen para comer un plato de comida en el día”.
Consultado sobre la situación que reporta Argentina, Basso comentó: “En el caso de Argentina, comparado el país con el promedio mundial, según datos oficiales, estamos en un porcentaje del 12,5% de pérdida y desperdicio a nivel nacional. Y el promedio habla del 30%. Argentina estaría por debajo del promedio pero no significa que los volúmenes de pérdida y desperdicio no sean muy importantes: la estimación es que el país desperdicia unas 16 millones de toneladas de alimentos todos los años”.
Por alimentos, se comprende a toda materia prima o sustancia nutritiva que sirve para el consumo humano. También las bebidas. “Hablamos de pérdida de alimentos -explicó la especialista- cuando nos referimos al descarte realizado desde la producción primaria en el campo, como la leche, los granos, la fruta en las plantas, los animales que no llegan a concebirse ni se van a faenar. También a la pérdida de alimentos en toda la parte industrial, como en un frigorífico o en el procesamiento de la materia prima o envasado. Y todo lo que sucede en un comercio mayorista. Ya que es enorme la cantidad de pérdida de frutas y verduras que tenemos en los mercados”, dijo.
“Además hablamos de desperdicio, al referirnos al descarte que se da en los comercio minoristas en los servicios de alimentación, en los locales gastronómicos y hotelería, también restaurantes y catering, e incluso en lo que ocurre en los hogares. Por ello, Argentina está bien en el promedio mundial, pero cuando vamos a los volúmenes, el desperdicio y descarte, es muy elevado”, explicó Basso, quien refirió que en las evaluaciones oficiales realizadas, además de granos, también se evaluaron la situación de las carnes, frutas y hortalizas, y cuestiones puntuales como el grano de trigo, que se convierte en harinas para la elaboración de artículos panificados.
Desafíos
Desde el ámbito oficial, se busca que persistan una “mejor coordinación de las cadenas de valor”. Uno de los casos permanentes de análisis es la situación que reportan las cadenas vinculadas a la provisión de frutas y verduras, ya que estas ofrecen una pérdida de hasta el 40% en promedio, y que puede llegar a un porcentaje del 50% para el caso de los alimentos de hoja.
Con motivo del Día Mundial de Concientización ante la Pérdida y Desperdicio de Alimentos, que se conmemoró el viernes 29 de setiembre, se insta a partir de esta fecha a tomar conciencia de la necesidad de cumplir con metas promovidas por diferentes países y organismos multinacionales a reducir a la mitad el desperdicio alimentario en los próximos siete años, ya que hoy 1/3 de los alimentos que se producen en el mundo, se pierden por diferentes motivos en las distintas cadenas de valor.
Así, la concientización de programas como el mencionado, y que encabeza Basso, tiene que ver con la necesidad de concientizar sobre el correcto empleo de los recursos, y la posibilidad de administrar mejor y “no tirar agua dulce” que es empleada en la producción de alimentos que no tienen una finalidad útil. Así también, hay una pérdida de energía vital como el combustible empleado para su transporte desde los campos hasta las góndolas o centros de consumo, también en lo productivo, se malogra la inversión realizada en insumos agrícolas, como fertilizantes y abonos.
“Así todo el trabajo y energía -explicó Basso- que es empleada atrás de producir un alimento lo desperdiciamos también por el simple hecho no tener una correcta coordinación en las cadenas de valor, donde se pena la falta de infraestructura e incluso la falta de capacitación en lo que hace a la vinculación en la logística de la mercadería”.
Desde el programa de concientización se busca tomar en cuenta que la “pérdida de alimentos se produce desde la producción primaria hasta su consumo: ya que en cada una de las etapas intermedias, tales como la industria, el procesamiento, transporte y comercio, puede haber “pérdida y desperdicio en toda la cadena de valor de los alimentos”, aseguró.