Desde 2017, Argentina no ha sumado nuevas Áreas Marinas Protegidas (AMPs) a su patrimonio oceánico, lo que plantea una pregunta: ¿por qué se ha detenido este esfuerzo de conservación?
Mientras el mundo avanza en la creación de más AMPs, Argentina queda rezagada, a pesar de los estudios y las recomendaciones de expertos que reconocen el alto valor ecológico y biológico de nuestras costas y mares.
En esta nota buscamos esclarecer esta historia llena de idas y vueltas, de informes científicos, promesas de campaña e intereses cruzados. ¿Dónde radica el principal problema? Veremos. Quizás las intenciones de proteger el mar no se limitan simplemente a señalar un área en el mapa y decir “aquí no se puede pescar”. Vamos a profundizar en esta cuestión y, al final, tal vez encontremos algunas respuestas.
Un patrimonio de altísimo valor biológico
Las Áreas Marinas Protegidas (AMPs) son como seguros de vida para el océano. No se trata solo de crear reservas por crear, sino de ofrecer refugio a ecosistemas y especies que enfrentan enormes amenazas. Pensemos en esto: en estas aguas habita una gran cantidad de especies que no pueden simplemente buscar otro lugar cuando su hábitat se deteriora. Informes técnicos de la Subsecretaría de Pesca de la Nación y el Ministerio de Ambiente lo dicen claramente: “el valor de estas áreas reside en su integridad, casi como unidades ecosistémicas en sí mismas”.
¿Qué significa eso?
Que, sin estas áreas marinas protegidas, estamos poniendo en riesgo todo un equilibrio natural del que también dependemos.
Pero eso no es todo. Las AMPs ayudan a que las poblaciones de peces se recuperen, a reducir la contaminación de las aguas y a que el ecosistema se defienda mejor del cambio climático, todos factores que influyen en la resiliencia de los ecosistemas marinos y sus especies. Sin embargo, en Argentina, las últimas grandes áreas protegidas – Yaganes y Namuncurá II – fueron creadas hace siete años, y desde entonces, nada. ¿Qué pasó?
El entramado interno en la creación de Áreas Marinas Protegidas
Es tentador pensar que crear una AMP es tan sencillo como poner un cartel de “no tocar” en un sector determinado. Pero en Argentina, esto choca de frente con intereses pesqueros, petroleros e industriales. En algunas de las zonas propuestas para nuevas AMPs, como el Agujero Azul o el Corredor Frente Chubut, la pesca es intensa, y crear un área protegida cambiaría las reglas del juego. ¿Qué significa esto? Significa enfrentarse a sectores influyentes que ven estas zonas como su fuente de trabajo y no están dispuestos a ceder fácilmente.
Los informes oficiales lo destacan de forma contundente: “la actividad pesquera es uno de los factores socioeconómicos más sensibles en relación a futuras medidas de conservación marina”. En otras palabras, hay tensión entre conservar y explotar. Este conflicto hace que cada propuesta de AMP tenga que pasar por un juego de equilibrios y, muchas veces, termine atascada en debates eternos. Como un juego parejo de ajedrez.
No es solo la pesca. En Argentina, la exploración de hidrocarburos también se encuentra en la lista de sectores interesados en el mar. El resultado: cada área que podría protegerse se convierte en un campo de batalla donde la conservación y el desarrollo económico se enfrentan.
Falta de compromiso político
Las AMPs necesitan recursos y una vigilancia constante para ser efectivas. ¿Qué pasa si no se cumple? En algunos casos, las AMPs ya existentes en Argentina apenas cuentan con la infraestructura necesaria. Los informes revelan problemas en la financiación a largo plazo y la falta de un sistema de gestión sólido que permita realmente proteger estos espacios de forma efectiva.
Como dice el informe técnico del Ministerio de Ambiente de la Nación: “los procesos temporales y la dinámica oceanográfica marcan la funcionalidad ecológica y biológica del Mar Argentino y deben ser contemplados en las acciones de gestión de recursos y de conservación”. Es decir, no solo se trata de definir el área en un mapa; es necesario tener un plan para que se respete.
La falta de compromiso financiero y político convierte a muchas de nuestras AMPs en “parques de papel”, pero no en la realidad. Si no hay inversión, las AMPs se quedan en buenas intenciones, y los efectos de conservación son casi nulos.
Argentina: ¿Un país costero sin protección marina?
Cada año que pasa sin nuevas AMPs es una oportunidad perdida para Argentina. Sin estos espacios, los ecosistemas marinos pierden la capacidad de regenerarse y sostenerse, perjudicando, a su vez, a las empresas pesqueras y a las economías de las comunidades costeras. La falta de áreas protegidas no es solo un problema para las ballenas, los pingüinos o las orcas; es una amenaza para nuestra propia seguridad alimentaria y la de las futuras generaciones. Porque sin un océano sano, no hay pesca sostenible.
Entonces, ¿qué nos falta? La ciencia es clara, los datos están ahí, y los expertos han hecho su trabajo. Lo que queda es apostar al cambio, un cambio donde la naturaleza y el desarrollo puedan convivir, donde la conservación no sea un obstáculo, sino una aliada. Las AMPs no pueden seguir siendo un “pendiente” en la agenda argentina. Los informes lo dicen, la urgencia está.
Lograr que el país retome su compromiso con la protección marina no es solo un objetivo por los mares, sino por todo lo que el océano representa para los seres humanos. La creación de más AMPs no es un capricho ambientalista; es una inversión en el futuro de nuestros mares, nuestras costas y nuestras comunidades.
Fuente: Sin Azul No Hay Verde
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