Constante cambio de las condiciones climáticas en la Antártida

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Para comprender lo importante y compleja que resulta la meteorología en el sector de la Antártida, basta con poner sobre la mesa las múltiples variables y condiciones climáticas que se combinan a cada instante.

Pronosticar condiciones climáticas a corto o mediano plazo, implica poner en relación indicadores que provienen de tres fuentes distintas: desde el buque en navegación (el rompehielos ARA “Almirante Irízar”), con las terminales automáticas ‘Young’ y ‘Vaisala’ que aportan mediciones referentes a temperatura del aire y del agua, dirección e intensidad del viento real y relativo, presión atmosférica y humedad relativa.

En segunda medida, desde lo que se llama “abrigo meteorológico”, con la medición de temperatura de bulbo seco y húmedo, indicando la humedad relativa del aire; y, por último, con la información del receptor de imágenes satelitales que aporta los distintos tipos de nubosidad presentes en la zona.

Estas variables se complementan, además, con los distintos modelos numéricos de predicción y con los elaborados por el Servicio Meteorológico de la Armada, que a su vez, se nutre de la información específica y puntual que es enviada desde el rompehielos Irizar.

Para tener un panorama mucho más completo y complejo, por el tipo de escenarios donde se realizan las actividades (que incluyen operaciones aéreas), también se toman en cuenta parámetros como profundidad, corrientes y mareas.

Por si esto fuera poco, la condición del mar en la zona también varía y se clasifica por la presencia en tipo, origen, tamaño y velocidad de hielos y témpanos que, a su vez, interactúan con todos los fenómenos citados previamente.

La supervisión del estado glaciológico es analizada permanentemente mediante imágenes ópticas y de radar de apertura sintética, provenientes de plataformas satelitales, lo que permite estar siempre un paso delante de la situación.

La interpretación de esta información es de extrema utilidad para el Comando y también para el Servicio de Hidrografía Naval, hacia donde se envían las observaciones e informes cada seis horas. Dicha tarea es llevada a cabo, específicamente, por la licenciada Tiranti, siendo esta su primera campaña antártica.

120 años de presencia y experiencia ininterrumpida

En el ámbito de la navegación existen publicaciones denominadas “derrotero negro”, donde se compilan distintos tipos de informaciones y avisos para prevenir accidentes o favorecer la navegación, además de detallar condiciones climáticas de zonas específicas.

En el caso de nuestro país, la Armada Argentina nutre de información estos derroteros de manera constante desde 1904. En ese año inició, formalmente, la actividad antártica con la Estación Meteorológica Orcadas, ubicada en el istmo Ibarguren de la Isla Laurie en las Orcadas del Sur; constituyendo el primer asentamiento permanente de una nación en el continente antártico.

Los derroteros negros de los mares del sector antártico se nutrieron y lo siguen haciendo, en gran medida, gracias a la invalorable experiencia de 120 años de navegación y operaciones de la Armada Argentina.

Continuando, en la actualidad, en completo apoyo a la ciencia y la soberanía, abasteciendo y replegando material y personal en 13 bases antárticas, conjuntas, científicas, permanentes y de verano.

Además de numerosos refugios y laboratorios itinerantes en la península antártica, bajo la dirección del Estado Mayor Conjunto de las Fuerzas Armadas, y a través del Comando Conjunto Antártico, junto a la Dirección Nacional del Antártico (DNA) y el Instituto Antártico Argentino (IAA).

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