La península antártica está poblada por más de 400 especies de líquenes que viven en las rocas y las áreas de la costa que el hielo y la nieve no llegan a cubrir del todo.
Un trabajo ha permitido observar el crecimiento de seis especies de líquenes durante los últimos 24 años.
Estas especies que, además de ser muy sensibles a los contaminantes atmosféricos, actúan como excelentes indicadores para analizar los efectos del cambio climático, ‘que ha implicado cambios térmicos complejos de los que solo había referencias indirectas y estimaciones a partir de modelos’, explicó el investigador del Museo Nacional de Ciencias Naturales Fernando Valladares.
El equipo del museo junto a otras instituciones españolas ha documentado que entre 1991 y 2002 (cuando la temperatura media durante el verano aumentó 0,42 ºC) cinco de las seis especies estudiadas aumentaron su crecimiento. Sin embargo, entre 2002 y 2015 (cuando la temperatura media registrada durante el verano descendió 0,58 ºC) la tasa de crecimiento de cuatro de las especies disminuyó y las otras dos colapsaron sufriendo un fuerte declive poblacional.