A 14 mil kilómetros del continente blanco, el sistema del Tratado Antártico debate en Berlín propuestas para una región amenazada. En la agenda de la Reunión Consultiva (ATCM, por su sigla en inglés) hay desde temas globales como el cambio climático y la cooperación internacional, hasta otros aparentemente locales, como la protección del pingüino emperador o la regulación del turismo.
Pero, como advirtió en su discurso inaugural Jennifer Morgan, titular de la secretaría del Tratado Antártico, “lo que ocurre en la Antártida no se queda en la Antártida”. Estudios demuestran que hay una fuerte correlación con fenómenos que suceden en los demás continentes.
Esta ATCM número 44 es la primera presencial tras dos años de pandemia y reúne a representantes de los 54 estados miembros del 23 de mayo al 3 de junio. Delegados de América Latina y Alemania abordan para DW este momento clave.
“El interés global está centrado en torno al cambio climático, por la relación que tiene la Antártida con los diferentes continentes, su rol como regulador del clima y los efectos directos en el nivel del mar, inundaciones y otros temas para el futuro del planeta. Por eso la relevancia de actuar y de estar en un área que necesita ser investigada”, destaca el comandante Santiago Coral, del Instituto Oceanográfico y Antártico de la Armada del Ecuador.
“Hoy en día, proteger la Antártida ya no es una acción romántica de ecologistas, sino que tiene una dimensión práctica. Estamos poniendo en jaque a una región determinante en el clima mundial”, advierte Marcelo Leppe, director del Instituto Antártico Chileno (INACH).
Eventos extremos en la Antártida traen consecuencias en otras partes del mundo. Se ha visto que a aumentos de temperatura le han sido seguido aluviones en Chile, alerta el investigador, y observa que “la corriente circumpolar antártica es la principal corriente marina del mundo y tiene conexiones con regiones distantes como el mar de Japón o el mar del Norte en Inglaterra. Regula procesos climáticos y transporte de nutrientes. La productividad del océano frente a Chile, por ejemplo, está definida por la temperatura, la concentración de nutrientes, la salinidad y el pH de esta corriente”.
EL PINGÜINO EMPERADOR ESTÁ AMENAZADO
“La conferencia se centra en la lucha contra la crisis climática y la protección de los ecosistemas. Específicamente, la designación de áreas protegidas para resguardar el clima y la diversidad natural en la Antártida”, explica Miriam Wolter, jefa de la delegación de Alemania y de la División de Derecho Marítimo, Antártico, Aéreo y Espacial del Ministerio Federal de Asuntos Exteriores de este país.
“El reporte del Comité Científico para la Investigación en la Antártida (SCAR) sobre el estado del cambio climático en Antártida es lapidario. Estamos muy lejos de moderar el incremento de temperatura, y con la cantidad de gases de efecto invernadero que ya hemos liberado tenemos amenazadas a especies emblemáticas, como el pingüino emperador, que ha comenzado a desaparecer en las áreas periféricas de la Antártida”, observa Leppe.
En la Bahía Margarita, en el norte de la Península Antártica, no se registran colonias de ese pingüino desde 2014. El hielo ha ido desapareciendo y han debido moverse hacia el sur. Pero como dependen del hielo marino para su alimentación y ciclo de vida, adentrarse en el continente es una opción limitada.
Junto con promover la protección y la preservación del hábitat de numerosas especies animales de la Antártida, Alemania pone el foco en esa ave. “La especie de pingüino más grande del mundo no sólo es una especie de mascota de la Antártida, sino que, lamentablemente, también es un símbolo de los efectos del cambio climático. Alemania y otros países quieren que quede bajo la protección especial del Protocolo de Protección Ambiental del Tratado Antártico”, apunta Wolter.
LEJOS, PERO INTERCONECTADOS
En vigor desde 1961, el Tratado Antártico cuenta con 54 miembros, de los cuales 29 son partes consultivas, es decir con derecho a voz y voto. Diez países latinoamericanos forman parte del Tratado: Argentina, Brasil, Chile, Ecuador, Perú y Uruguay son consultivas, y Colombia, Cuba, Guatemala y Venezuela, no consultivas.
“Pese a que somos el país sobre el litoral pacífico más lejano, las conectividades naturales de Colombia con la Antártida son enormes. La productividad de nuestro océano viene gracias a los fenómenos que se dan en la Antártida, y el clima de nuestros países está regulado por dinámicas que ocurren allí”, destaca el capitán de navío Juan Camilo Forero, de la delegación colombiana.
“Un fenómeno natural maravilloso es el nacimiento de ballenas jorobadas en aguas colombianas del Pacífico, que regresan a la Antártida a alimentarse y repiten el ciclo de atravesar distancias enormes para tener sus crías en aguas más cálidas”, agrega.
Esta conectividad es reconocida por todos los participantes, quienes también celebran poder reencontrarse. “Volver a las reuniones presenciales ha permitido retomar varios temas y que el trabajo fluya de manera más ágil”, valora Elizabeth Moreano, directora de Soberanía del ministerio de Relaciones Exteriores de Ecuador.
CIENCIA, POLÍTICA Y PROTECCIÓN
Hay coincidencia en que este es el tratado “más respetado en el mundo, por su interés global y su espíritu en beneficio de la humanidad”, como destaca el comandante Coral. Pero no está ajeno a las tensiones por la invasión de Rusia a Ucrania, ambos miembros consultivos. “El tema ha permeado los espacios de interacción internacional y era muy difícil que esta reunión fuera la excepción. Sin embargo, sigue con sus objetivos para avanzar en los temas”, afirma Moreano. “Esperamos que sigan reinando el consenso, la cordura, el respeto y la armonía”, confía el capitán Forero.
“Aquí están representados los gobiernos y están las más grandes potencias del mundo. Si se puede hacer algo es con voluntad política. Este es uno de los pocos foros que pone a la ciencia en la misma mesa”, dice Leppe, y observa que cualquier avance requiere también de un cambio de comportamiento personal: “En eso soy optimista. El Tratado Antártico está fortaleciendo su rol educador, comunicando la importancia de la Antártida no solo en estamentos políticos, sino a la comunidad para que se involucre en combatir el cambio climático”.
El lema de la ATCM de este año, “De la ciencia, vía la política, a la protección”, es significativo. “La política medioambiental y climática no puede funcionar sin conocimientos científicos”, subraya Wolter. “El propio Tratado Antártico ofrece motivos para el optimismo. Se trata de uno de los acuerdos intergubernamentales más exitosos de la historia, que no sólo garantiza un uso exclusivamente pacífico y una cooperación logística y científica sin precedentes entre los Estados, sino que los estados firmantes han creado una reserva natural con un nivel de protección único y se han comprometido a guiarse por los mejores conocimientos científicos disponibles”, concluye”.