Talaron dos ombúes en San Isidro y la decisión que tomó el Municipio causó más indignación aún

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“Fue un asesinato”. Así describen los vecinos de San Isidro lo sucedido con los dos ombúes que formaban parte de la plazoleta Orlando Williams, en la localidad de Acassuso. Denuncian que “fueron talados indiscriminadamente” por el municipio a raíz de la denuncia efectuada por un hombre, al que “le pareció peligroso el desprendimiento de una de sus ramas”.

Los ejemplares eran replantaciones evocativas del llamado “Ombú de la Esperanza”, que hoy tendría casi 400 años pero que fue partido por un rayo a mitad del siglo XX. El árbol fue bautizado con ese nombre por José de San Martín y Tomás Guido, quienes solían sentarse a la sombra de sus enormes troncos -en los distendidos encuentros que ambos amigos entrañables mantenían con frecuencia- para planificar la independencia, según relató el historiador Mariano Pelliza en su libro Glorias Argentinas (1898).

Su nombre científico era Picurnia Phytolacca Dioica, medía 15 metros de altura y tenía una circunferencia que rondaba los 50 metros.

En su lugar las autoridades municipales plantaron dos nuevos y los troncos del histórico ombú fueron arrojados en la esquina de Roque Sáenz Peña y Juan Marín, donde sorpresivamente creció un retoño de aquel majestuoso arbusto.

“Curiosamente, la misma Municipalidad que años atrás mandó a plantar esos ejemplares para evocar la memoria sanmartiniana es la que meses atrás ordenó talarlos”, se lamentó la museóloga Martha Amato, miembro de la Junta de Acción Vecinal Barrio Parque Aguirre y una de las vecinas que venía solicitando -sin respuesta- la colocación de un cartel conmemorativo ya que la placa original también había desaparecido.

El texto, que había sido redactado por el ex intendente Williams, decía: “Es histórico el camino del Bajo que recorría San Martín al galope de su caballo en los días festivos para ir a conferenciar con los patriotas al pie del Ombú de la Esperanza”.

En lo que respecta a su apariencia, los dos ombúes no tenían nada que envidiarle a su antecesor ya que antes de ser derribados alcanzaban los 13 metros de altura y poseían frondosas ramificaciones.

Pero desde la Subsecretaría de Espacio Público señalaron a Infobae que “se encontraban en muy malas condiciones, secos y totalmente defoliados”, por lo que se tomó la decisión de extraerlos “para evitar cualquier peligro para los niños y adultos que utilizan la plazoleta”.

Incluso, mencionaron un episodio que alertó a la comunidad de Acassuso. “A fines del mes de abril, más precisamente el 27 se produjo una fuerte tormenta que afectó a la totalidad del partido y cayeron 300 árboles de diversas especies”, especificaron desde la Dirección General de Arbolado Urbano.

“En la plazoleta en cuestión, uno de los ombúes sufrió la rotura de una de sus ramificaciones principales cayendo la misma hacia un costado, sin desprenderse, y apoyada contra el piso. Quedó levemente inclinado dejando raíces al descubierto”, sostiene el informe técnico firmado por el ingeniero agrónomo Alejandro Sencio, que está a cargo del arbolado de San Isidro.

Lo curioso es que en ese informe solo se menciona a uno de los ejemplares y fueron talados los dos. Y en virtud de lo sucedido, desde el Municipio aseguraron que van a replantar “un retoño de ombú en la próxima primavera, a principios de septiembre”.

Es decir, derribaron dos pero solo van a reponer uno. Eso agrega más indignación entre los vecinos, que no solo se quejan por la acción destructiva de los ejemplares sino también porque el Municipio no se encarga de renovarlos como corresponde.

“Maquillar las respuestas es la especialidad del municipio. Por como actúan, no les importa demasiado el patrimonio verde. Priorizan destruir los ejemplares, con argumentos dudosos, para modificar los espacios públicos naturales”, se lamentó Martha Amato, que puso como ejemplo la cantidad de árboles que talaron en el paseo costero para construir una cancha de básquet, en la calle en Sebastián Elcano al 1100, y estacionamientos públicos.

Los vecinos también denuncian que sobre la avenida del Libertador “están haciendo un trabajo de hormiga” con el arbolado centenario. Aseguran que como sus gruesos troncos dificultan el acceso a los nuevos edificios y complejos de oficinas, las empresas constructoras prefieren extraerlos de raíz y pagar las multas “que cuestan $5 mil aproximadamente” y “enmendar la masacre con prolijas veredas”.

Más allá del enojo que manifiestan los residentes de San Isidro, desde el Municipio remarcan que el partido posee casi dos árboles por habitante y es uno de los distritos con más árboles de Argentina. Afirman que plantan unos 2000 ejemplares por año, entre los que se destacan especies autóctonas como el ceibo, tarumá, espinillo, mataojos, lapachillo, pindó, canelón moroti y curupí.

Un poco de historia

Antes de que se fundara el pueblo de San Isidro, en 1706, el Ombú de la Esperanza ya existía. Se levantaba en las proximidades del Camino Real, dentro de la propia chacra de Juan Martín de Pueyrredón; a la cual concurrían asiduamente José de San Martín y Tomás Guido.

Aquellas tierras habían formado parte de la chacra del “Bosque Alegre”, que adquirió Pueyrredón por vía de la dote de su esposa, Calixta Tellechea. El casco de esa antigua chacra es hoy el Museo Pueyrredón y en sus tierras aledañas se loteó a comienzos del siglo XIX el barrio Parque Aguirre. Allí está ubicada la plaza y un busto realizado por Carlos de la Cárcova, que evoca al ex intendente de San Isidro Orlando Wiliams. Este funcionario, justamente, es recordado en la comunidad como “el intendente plantador” ya que ordenó sembrar el arbolado sobre avenida Del Libertador.

San Martín y Tomás Guido utilizaban la sombra del ombú como un lugar de inspiración y planeamiento de los próximos pasos que darían para independizar a la Provincias Unidas. La escena parece salida de una pintura romántica: mientras Pueyrredón cazaba al vuelo con certera puntería, Guido leía en voz alta y San Martín coloreaba algunos dibujos.

En algún momento de aquella tertulia, bajo las ramas del ombú, los tres pronunciaron el juramento de alcanzar la emancipación continental, que era su esperanza como patriotas y paladines de la libertad.

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