Uruguay: hay cianobacterias potencialmente tóxicas desde Salto hasta el Este

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Las cianobacterias son bacterias que tienen clorofila y utilizan la energía solar para vivir. Así lo hacen desde 2.700 millones de años. Fueron los organismos responsables de crear una atmósfera rica en oxígeno. Pero sin control o sin un plan de monitoreo y de gestión, “ponen en riesgo la calidad del agua potable y la condición del agua para baños y otros usos”, concluyó el proyecto Algas, realizado en conjunto entre Latu, Facultad de Ciencias y el Instituto de Investigaciones Biológicas Clemente Estable tras una inversión de US$ 175.158 en equipos, honorarios y análisis de laboratorio, informa El Observador.

 
Durante dos años y en todas las campañas de monitoreo, incluso en invierno, se detectó la presencia de cianobacterias con genes que predicen la producción de toxinas. En total, se encontraron 82 especies distintas de microcistinas, entre ellas, 23 potencialmente tóxicas, incluso la microcistina-LR, una de las más peligrosas; y al menos siete especies de saxitoxinas.
 
La microcistina es hepatotóxica: provoca gastroenteritis e intoxicación aguda. La saxitoxina (visible en las mareas rojas) produce un efecto paralizante. Con todo, OSE sigue sin contar con un sistema de diagnóstico temprano.
 
La acumulación fue más notoria frente a las costas de Salto, Carmelo y Fray Bentos, con concentraciones de hasta 1.000 células potencialmente tóxicas por mililitro de agua, una cifra considerada “muy alta”; aunque más dígitos no implican necesariamente más toxicidad. “Se tienen que dar las condiciones ambientales propicias para que se genere la toxina”, explicó a El Observador Diana Míguez, gerente de proyecto por el Latu.
 
También se detectaron cianobacterias en Colonia, Montevideo y Punta del Este. La presencia en un ambiente oceánico llamó la atención de los investigadores del proyecto “Algas”, ya que no se esperaba hallarlas en una zona con mayor salinidad. Pero frente a estas ciudades opera la descarga de materia orgánica y productos químicos que favorecen el crecimiento excesivo de las cianobacterias. “Si esas células tienen el gen pueden desencadenar floraciones algales nocivas”, dijo.
 
Lo inédito de este trabajo es que se desarrollaron herramientas para predecir el potencial tóxico de una colonia de cianobacterias y un protocolo de monitoreo para minimizar el riesgo. Esto hubiese advertido el episodio de mal olor y mal sabor que ocurrió en marzo de 2013.
 
“Esperamos que el protocolo de gestión sea implementado. Hace uso de tecnologías más modernas, más fáciles y más rápidas”, apuntó Míguez. Y, además, más baratas. Se creó un sistema de “aprendizaje automático” que calcula la probabilidad de ocurrencia en base a cuatro parámetros: temperatura, viento, salinidad y turbiedad con una exactitud del 86%. Esto se acompañó con el desarrollo de una técnica para analizar el nivel genético de las cianobacterias y conocer su potencial tóxico.
 
A 18 meses de aquel incidente, OSE sigue sin contar con un sistema de diagnóstico precoz que permita anticipar determinadas condiciones en el agua y así prevenir altas concentraciones de elementos contaminantes. El retraso se debió a cuestiones jurídicas y su implementación está prevista para principios de 2016.
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