Las quietas aguas lacustres o las de ríos torrentosos son una puerta abierta al canotaje, paseos en lancha y hasta buceo, en tanto los senderos entre altos árboles y un tupido sotobosque con flora en galerías llaman a internarse a ese mundo verde que ofrece sombra y frescura bajo el poderoso sol patagónico.
Al margen la opción que se elija, siempre es recomendable una visita al alerzal milenario que le da el nombre al parque, ubicado junto al Lago Menéndez, con ejemplares de esta especie -aún considerada sagrada por los indígenas- de hasta 4.000 años y de unos 75 metros de altura y troncos de 3,5 de diámetro.
Esta parque nacional es uno de los más grandes del país (263 mil hectáreas) por lo que tiene varios accesos, de los cuales el principal se encuentra en Villa Futalaufquen, junto a Puerto Limonao, a unos 40 kilómetros de Esquel, por donde ingresa la mayoría de sus visitantes.
La ruta provincial 71 lleva hasta esa entrada, tras correr por el Valle 16 de Octubre, del cual se obtiene una pintoresca panorámica desde el Mirador de la Suegra, con sus prados verdes, bosques, coloridas flores de verano, el río Corinto que serpentea allá abajo y laderas azuladas con cumbres nevadas como telón de fondo.
Los Alerces es uno de los cinco Parques Nacionales que integran la Huella Andina -circuito para trekking de unos 500 kilómetros y variadas dificultades- y cuenta con más de una decena de senderos, algunos con registro obligatorio por parte del turista.
Entre los de baja dificultad que parten de la zona de la Intendencia, están el de Puerto Limonao y el de las Pinturas Rupestres, de poco más de dos horas, en las cuales se puede ver, además de la flora, aves como chucaos, pitíos, carpinteros, cotorras, aguiluchos, zorzales y algunos cóndores.
El último cuenta con el atractivo arqueológico que le da el nombre, bajo un alero natural, desde donde una breve caminata en una pronunciada pendiente entre selva valdiviana lleva a un mirador sobre un promontorio rocoso.
También son fáciles de recorrer los senderos a Laguna Larga (ya fuera del parque), por una senda vehicular de cuatro kilómetros, y a la Cascada Irigoyen, a seis kilómetros de Villa Futalaufquen.
Entre los de dificultad media figura el de Cinco Saltos, que comienza a 1.500 metros de altura y tras unas tres horas llega a los miradores de las cascadas del Arroyo Los Pumas.
El trekking a Cerro Dedal es de dificultad alta, dura unas siete horas y requiere registro, con partida cercana al Centro de Informes del Parque, por una senda desde que ofrece vistas del lago Futalaufquen, el Cordón Situación y el valle del Desaguadero.
El sendero más complejo, que lleva a Lago Krugger, comienza cerca de Puerto Bustillo y demanda unas 12 horas de ida, por lo que contempla una acampada para pernoctación y requiere registro.
En los últimos días, el cielo despejado y la quietud del lago Futalaufquen justificaban el sinónimo de ‘espejo de agua’, ya que bosques, montañas y cielo se duplicaban en su superficie.
Para disfrutar esos paisajes desde dentro del lago, lo ideal es el canotaje -se dice que en un kayak uno no entra, sino que se lo pone, como la ropa-, con medio cuerpo bajo la línea de flotación y el típico suave desplazamiento que no genera ruidos ni altera siquiera a los biguás que toman sol sobre las rocas.
Las canoas, simples o dobles, con guía en el mismo bote o en otro, zarpan habitualmente de su base junto al río Arrayanes, aunque pueden ser trasladadas a Puerto Limonao para paseos por esa zona del lago.
Quienes deseen quemar energías con el remo y descargar adrenalina pueden remar en el Arrayanes, que une los lagos Verde y Futalaufquen y cuyas aguas de color esmeralda en la superficie dejan ver la flora subacuática y el paso de las truchas.
Al entrar al parque por la ruta 71, un indicador de peligro de incendios señala que en estos días el riesgo es ‘Extremo’, debido a las altas temperaturas y porque el año pasado hubo floración masiva de la caña colihue.
Esta planta, un importante componente del sotobosque patagónico, se seca cuando florece -ocurre cada 70 años- y deja un forraje altamente combustible de varillas secas y de frutos o granos.
Por otra parte, las numerosas semillas que quedan en el bosque -que llegan a cinco toneladas por hectárea- aumentan la presencia de animales granívoros, entre ellos el ‘ratón colilargo’, que multiplica hasta por 100 su número durante el fenómeno.
Este roedor, que es el principal vector del síndrome pulmonar hanta virus, realiza movimientos masivos conocidos como ‘ratadas’, en los que pueden invadir asentamientos humanos como casas y galpones.
Por esta razón, las paredes exteriores y puertas de viviendas de Villa Futalaufquen, la intendencia y otros edificios del parque están cubiertas desde sus bases por una franja de metal de medio metro de alto, que impide el acceso del colilargo.
Una fuente de Turismo de Esquel dijo a Télam que ‘las autoridades han adoptado las medidas pertinentes para asegurar el disfrute seguro de los visitantes’, con acciones preventivas tanto para el riesgo de incendio como ante la proliferación de ratones, con información e instrucciones necesarias para el turista.
Alejandro San Martín
Télam