El 49% de los residuos que se generan en Argentina son orgánicos y podrían regresar a la tierra en forma de compost. Sin embargo, muchos terminan en la basura: en el país se producen a diario 1,5 kilos de residuos urbanos sólidos por persona.
Este número no solo expone las características de la basura urbana, sino también una problemática social: el desperdicio de alimentos. Según datos de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), el 41% de los desechos de la Ciudad de Buenos Aires son comida. En un país donde la pobreza y la indigencia afectan a más del 50% de la población, se desperdician más de 250 toneladas diarias de comida.
Ahora bien, ¿qué se puede hacer con la basura domiciliaria? Compost. “El compostaje consiste en transformar los residuos orgánicos -como restos de frutas, verduras, infusiones y hojas- en una enmienda rica en nutrientes, ideal para usarla como abono natural en huertas, jardines o espacios verdes”, explica Damián Rojas, fundador de Kompost Argentina.
Según datos oficiales, Argentina genera una tonelada de basura cada dos segundos, es decir, 16,5 millones de toneladas anuales. La cifra es preocupante: si se apilara la basura anual de los argentinos, se formaría una montaña del tamaño del Aconcagua.
Sin embargo, cada vez hay más conciencia. De acuerdo con un relevamiento de MercadoLibre, los hábitos de consumo de la región cambiaron durante la pandemia y la Argentina se volvió más verde. Los productos sustentables que despertaron mayor curiosidad en el país son: los purificadores de agua, las copitas menstruales, las composteras y las botellas térmicas.
“La pandemia produjo, en cierta medida, una desaceleración en la forma en la que veníamos viviendo. Mucha gente empezó a conectarse un poco más con la tierra y a incorporar hábitos eco-friendly, como el compostaje, que es un proceso muy sencillo y no requiere un gran espacio para llevarlo a cabo”, reflexiona Rojas.
El compostaje permite suavizar el impacto ambiental, ya que transforma los residuos orgánicos en sustratos. Una familia tipo, por ejemplo, puede reducir casi a la mitad la basura que genera. ¿Cómo? Compostando.
“Compostar es muy sencillo, pero requiere constancia. El error más común es descuidar el balance: si no hay un buen equilibrio entre húmedos y secos, el compost puede atraer mosquitas, insectos o roedores”, aclara.
Cinco tips para compostar
- Colocar la compostera en un lugar con poco sol para que mantenga su humedad natural. Por lo general, se recomienda ubicarlas con orientación hacia el sudoeste.
- Mantener siempre un equilibrio entre húmedos y secos.
- Agregar un núcelo de lombrices para activar el compost y acelerar el proceso de descomposición.
- Revolver bien el material cada una semana, preferentemente con ayuda de un aireador para llegar a las capas más profundas.
- Agregar sólo residuos orgánicos aptos y limitar la cantidad de restos de naranja o cebolla, ya que su acidez perjudica a los microorganismos presentes y acidifica el compost.
“La mayoría de los desechos domiciliarios son compostables: cáscaras de frutas y verduras crudas, cáscara de huevo, fósforos usados, pasto y resto de poda, hojas secas, restos de yerba, café o té, aserrín, papel, cartón, pelos y pelusas”, señala Rojas.
Entonces, ¿qué no se puede compostar? “Las comidas elaboradas o condimentadas, carnes, huesos, lácteos, excrementos de animales, productos químicos, harinas y panes, grasas y aceites, colillas de cigarrillo, materiales sintéticos, vidrio, metal ni plástico”, advierte el emprendedor y cineasta, autor del corto Basura.