Las autoridades sanitarias, sobre todo la Organización Mundial de la Salud (OMS), acostumbran a utilizar el futuro para referirse a las nefastas consecuencias que el cambio climático traerá para la salud humana. Se equivocan. El desafío se conjuga en presente.
El número de casos de enfermedades de todo tipo, pero especialmente de patologías cardiovasculares, respiratorias y de piel, se ha multiplicado en los últimos veinte años, y no sólo por efecto del envejecimiento de la población. La ciencia lo sabía, lo venía advirtiendo desde hace décadas y está sucediendo ya. El ser humano ha comenzado a pagar en su propia carne, en forma de enfermedad y muerte, el peaje del ascenso de las temperaturas.
La OMS aprovechó el inicio de la cumbre climática en Sharm El-Sheikh (Egipto) para insistir en que la salud sea «el centro» de las negociaciones. «El cambio climático está haciendo que millones de personas enfermen o sean más vulnerables a las enfermedades», advirtió su director general, Tedros Adhanom Ghebreyesus. La crisis golpea más duramente a los países más pobres, pero sus efectos se notan en todo el mundo.
«Hay muchos análisis de evaluación y estamos obligados a ser cautos con las cifras, pero hay algunos hechos que son incontestables», razona para este periódico el especialista Jesús Ibarluzea, de la Sociedad Española de Epidemiología. «La Organización Mundial de la Salud nos ha advertido de que entre 2020 y 2050 se producirán una media de 250.000 muertes más al año a causa de la ola de calor». Malnutrición, malaria, diarrea y estrés térmico se suman a los problemas provocados por la crisis climática, que provoca además pérdidas multimillonarias –entre 2.000 y 4.000 millones de dólares anuales para 2030, según la OMS–.
A escala mundial, según ‘The Lancet’, los fallecimientos por calor extremo han crecido un 95%, lo que supone 15 muertes más por cada millón de habitantes. Salvo en España, donde ya son 30. «Lo ocurrido este año nos ha puesto frente al espejo a todas las comunidades de la cornisa cantábrica. Creíamos que éste era un problema solo para la mitad sur, pero no es así. Afortunadamente –advierte Ibarluzea– mantenemos cierto grado de precipitación y los embalses se encuentran en niveles por encima de la media. ¿Pero qué ocurrirá si se mantiene esta misma situación tres o cuatro años?», se pregunta.
Una reciente investigación firmada por la Escuela de Medicina Keck de California revela que con las olas de calor las muertes se están multiplicando por cuatro. El trabajo también es mayor en las urgencias hospitalarias. Los enfermos crónicos se descompensan y aumentan las enfermedades renales, y vasculares, tanto infartos de corazón como cerebrales. Otro reciente trabajo, éste de la Sociedad Española de Oncología Médica (SEOM), advierte de que la incidencia del cáncer de piel ha crecido en nuestro país en torno al 50% en los últimos veinte años.
Miles de muertos en 2003
La primera ola de calor atribuible a la subida general de la temperatura global se registró en España en 2003. Toda Europa sufrió sus consecuencias, pero las autoridades sanitarias, tanto españolas como locales, intentaron taparlas. «¿Quién sabe de que ha muerto realmente una persona de 80 años?», se justificaba entonces el departamento vasco de Sanidad. Una investigación publicada por ‘Medicina Clínica’ puso unos meses después las cosas en su sitio. Los fallecidos en nuestro país no habían llegado a los 15.000 de Francia, pero la estimación rondaba entre los 5.400 y 6.600. Los mismos, más o menos, que se creen que han muerto este año por efecto del calor.
El cambio climático en un mundo como el nuestro se ha convertido no solo en un desafío medioambiental, sino también económico, social y de salud. Los recientes casos de dengue, explica Ibarluzea, dan fe del creciente aumento de enfermedades infecciosas y transmisibles al que se expone el país entero.
España cuenta ya con una población en crecimiento de mosquitos emparentados con los que transmiten la malaria. La naturaleza no conoce fronteras. Es solo cuestión de tiempo y temperaturas. «Hay una vigilancia importante sobre todas estas enfermedades infecciosas que se transmiten a través de vectores. Hace solo unas décadas el riesgo de que pudieran convertirse en una amenaza de salud pública era remoto; hoy, en cambio, es real».