La cotorra argentina (Myiopsitta monachus) es una especie de la familia Psittacidae (loros o papagayos) que se ha convertido en especie invasora y plaga en muchas regiones alejadas de su territorio nativo en Argentina, Brasil, Bolivia, Uruguay y Paraguay. Barcelona es un ejemplo de la capacidad adaptativa de estos pericos de plumaje verde brillante y ruidosa actividad. Efectivamente, a oĂdos de vecinos y turistas, las cotorras argentinas (como las muy parecidas, aunque de origen diferente, cotorras de Kramer, Psittacula krameri) hacen ruidos. Para los expertos, es decir, desde el punto de vista cientĂfico, en cambio, no son ruidos sino cantos, llamadas e incluso vocalizaciones lo que emiten estas aves.
Existen datos sobre la presencia de cotorras argentinas silvestres en Barcelona desde hace casi 50 años y durante las dos Ășltimas dĂ©cadas un programa de seguimiento dirigido por el Museu de CiĂšncies Naturals de Barcelona ha estado marcando y siguiendo el comportamiento individualizado de unas 3.000 de estas aves.
La experiencia de Barcelona es la base de un estudio liderado por expertos del Instituto Max Planck de Comportamiento Animal en Radolfzell (Alemania) y del Museu de CiĂšncies Naturals de Barcelona en el que se presentan evidencias, por primera vez, de que los individuos de esta especie tienen un tono de voz Ășnico, conocido como huella vocal, similar (salvando las diferencias) al de los humanos. “Este hallazgo en un loro silvestre plantea la posibilidad de que una huella de voz tambiĂ©n pueda estar presente en otras especies vocalmente flexibles, como los delfines y los murciĂ©lagos”, indican los autores en un artĂculo de presentaciĂłn de sus resultados que publica la revista Royal Society Open Science.
“Tiene sentido que estas aves tengan una huella de voz subyacente”, dice Simeon Smeele, lĂder del grupo de investigaciĂłn en EcologĂa Cultural y cognitiva del Instituto Max Planck en Radolfzell y primer autor del artĂculo cientĂfico ahora publicado. “Es una soluciĂłn elegante para un pĂĄjaro que cambia dinĂĄmicamente sus llamadas pero aĂșn necesita ser reconocido individualmente en una bandada muy ruidosa”.
Parecidos y diferencias con los humanos
Los humanos tenemos repertorios vocales complejos y flexibles, pero aĂșn podemos reconocernos solo con la voz. Esto se debe a que los humanos tenemos una huella de voz: nuestro tracto vocal deja una firma Ășnica en el tono de nuestra voz en todo lo que decimos, explican los autores en una nota difundida conjuntamente por el Instituto Max Planck y el Museu de CiĂšncies Naturals.
Otros animales sociales tambiĂ©n utilizan señales vocales para ser reconocidos. En las aves, los murciĂ©lagos y los delfines, por ejemplo, los individuos tienen una “llamada caracterĂstica” Ășnica que los hace identificables para los miembros del grupo. Pero las llamadas de firma codifican la identidad en un solo tipo de llamada. Hasta la fecha, casi no existe evidencia de que los animales tengan firmas Ășnicas que subyacen a todas las llamadas realizadas por un individuo. En otras palabras, casi ningĂșn animal tiene una huella de voz.
La ausencia de datos sobre estas huellas de voz en otras especies sorprendiĂł a Simeon Q. Smeele, que ya habĂa iniciado estudios sobre habilidades comunicativas en varias especies. Entre los datos previos a su estudio concreto con las cotorras en Barcelona, Smeele recuerda que, en estudios anteriores se ha comprobado que los loros, de forma parecida a los humanos, usan su lengua y boca para modular las llamadas, lo que significa que “sus gruñidos y chillidos suenan mucho mĂĄs humanos que el silbido limpio de un pĂĄjaro cantor”.
AdemĂĄs, al igual que los humanos, los loros viven en grandes grupos con miembros diversos y cambiantes. “PodrĂa haber decenas de pĂĄjaros vocalizando al mismo tiempo”, afirma. “Necesitan una forma de realizar un seguimiento de quĂ© individuo emite quĂ© sonido”.
De visita a Barcelona y sus cotorras
Smeele se preguntĂł si los loros, al poseer la anatomĂa adecuada junto con la necesidad de navegar en vidas sociales complejas, podrĂan haber evolucionado tambiĂ©n sus huellas vocales. Para averiguarlo, viajĂł a Barcelona, donde existe en estado salvaje la mayor poblaciĂłn de loros marcados individualmente. Las cotorras argentinas (Myiopsitta monachus) pululan por parques y jardines de la ciudad en bandadas de cientos de aves y el programa de seguimiento dirigido por el Museu de CiĂšncies Naturals de Barcelona tiene datos de gran valor sobre ellas.
Armados con micrófonos de cañón, Smeele y sus colegas grabaron las llamadas de cientos de individuos, recopilando 5.599 vocalizaciones, entre las que se catalogaron 3.203 llamadas de contacto, 185 llamadas de tja, 265 llamadas de trruup, 249 llamadas de alarma y 364 gruñidos;, lo que lo convierte en el estudio mås grande de loros salvajes marcados individualmente hasta la fecha. Es importante destacar que Smeele volvió a grabar a los mismos individuos durante dos años, lo que reveló cuån estables eran las llamadas a lo largo del tiempo.
Luego utilizaron un conjunto de modelos para detectar quĂ© tan reconocibles eran los individuos dentro de cada uno de los cinco tipos principales de llamadas dadas por esta especie. Sorprendentemente, encontraron una gran variabilidad en la llamada “llamada de contacto” que utilizan las aves para transmitir su identidad. Esto anulĂł una suposiciĂłn de larga data de que las llamadas de contacto contienen una señal individual estable y sugiriĂł que los periquitos estĂĄn usando algo mĂĄs para el reconocimiento individual.
Para probar si las huellas de voz estaban en juego, Smeele recurriĂł a un modelo de aprendizaje automĂĄtico ampliamente utilizado en el reconocimiento de la voz humana, que detecta la identidad del hablante utilizando el tono de su voz. Entrenaron al modelo para que reconociera las llamadas de loros individuales clasificados como “tonales” en sonido.
Una vez que el modelo se entrenĂł en un individuo, probaron para ver si el modelo podĂa detectar al mismo individuo a partir de un conjunto diferente de llamadas que se clasificaron como “gruñidos” en sonido. El modelo pudo hacer esto tres veces mejor de lo esperado por casualidad, proporcionando evidencia de que los periquitos monje tienen una huella de voz, que segĂșn Smeele “podrĂa permitir que los individuos se reconozcan entre sĂ sin importar lo que digan”.
Los autores advierten que la evidencia aĂșn es preliminar. “Antes de que podamos hablar de una verdadera huella de voz, debemos confirmar que el modelo puede repetir este resultado cuando se entrena con mĂĄs datos de mĂĄs individuos, y que las aves tambiĂ©n pueden reconocer este timbre en las vocalizaciones”, dice Smeele.
Seguir con la investigaciĂłn
El equipo de Barcelona complementarĂa los experimentos y anĂĄlisis futuros con un estudio ecolĂłgico, etiquetando a los loros con dispositivos GPS para determinar cuĂĄntos individuos se superponen en sus ĂĄreas de itinerancia.
“Esto puede proporcionar informaciĂłn sobre la notable capacidad de la especie para discriminar entre llamadas de diferentes individuos “, dice Juan Carlos Senar del Museu de CiĂšncies Naturals de Barcelona.
Y si resulta que las cotorras tienen una huella de voz verdadera, Smeele considera que esto proporcionarĂa una respuesta a la pregunta de cĂłmo estas aves pueden ser tan flexibles vocalmente y sociables al mismo tiempo. Las implicaciones tambiĂ©n irĂan mĂĄs allĂĄ de los loros: “Espero que este hallazgo impulse mĂĄs trabajo para descubrir huellas de voz en otros animales sociales que pueden modificar de manera flexible su vocalizaciĂłn, como los delfines y los murciĂ©lagos”, destaca el autor principal de este estudio sobre comportamiento animal.
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