Cada vez son más las Escuelas Bosque o Escuelas Forestales que apuntan a que los niños y jóvenes aprendan en ambientes naturales, rodeados de gran cantidad de árboles, así como de madera.
Según informan desde la Cámara de la Madera (Cadamda), la propuesta se basa en que los alumnos interactúen entre sí y con su entorno, en un concepto de aulas espaciosas y flexibles para potenciar diversos métodos de enseñanza y el trabajo grupal colaborativo. En ese ámbito, la luz natural y la ventilación contribuyen a un entorno de aprendizaje cómodo y saludable.
Este tipo de enseñanza busca que haya, sobre todo, un entorno arbolado en donde jugar y aprender. Además, apunta a que la madera y otros biomateriales estén presentes en el día a día del desarrollo de los niños. Que no sólo aprendan las asignaturas convencionales, sino también a cuidar la vegetación, a sembrar y cosechar, a hacer compost y a interactuar con la tierra y su potencial de dar vida.
Asimismo, tienen un fuerte enfoque en el reciclaje de materiales y desechos, que al trabajar en conjunto les permite desarrollar confianza en sí mismos, habilidades sociales y capacidad de comunicación a través de la interacción con la naturaleza.
Historia
La idea de las escuelas bosque se creó por primera vez en Dinamarca en la década de 1950 y poco después comenzó en Suecia. En los 90, ese espíritu se introdujo en el Reino Unido y la primera escuela forestal canadiense se creó en 2007.
Actualmente, están en todo el mundo y se crearon más programas para diferentes personas, en todas las culturas y para múltiples geografías.
Sus ventajas
Los especialistas explican que una ventaja sobresaliente es el desarrollo individual de cada estudiante. Los alumnos tienen una experiencia directa del desarrollo social y emocional, producto del contacto con el exterior y con sus pares. Las personas que asisten a las Escuelas bosque tienden a estar más relajadas y motivadas para aprender.
Del mismo modo, aseguran que tienen mayor concentración y atención, mejores habilidades de comunicación, mayor conocimiento del ambiente y el mundo que los rodea. También desarrollan su independencia, aprenden a tomar riesgos saludables y a tener una visión mejorada de sí mismos.
Madera en el aula
En los informes publicados por diferentes instituciones educativas forestales, las pruebas realizadas muestran que los estudiantes en las escuelas construidas con madera se sienten más tranquilos, se concentran mejor y son más creativos que los de otras instituciones.
Estudios internacionales demuestran que el entorno educativo influye directamente en el bienestar y capacidad de aprendizaje de los alumnos. También aumentaría su productividad, rendimiento, imaginación y hasta dormirían mejor.
De eso se desprende que la madera que rodea a los estudiantes les proporciona un entorno de aprendizaje más sano y feliz. Diversas investigaciones confirman que se sienten mejor y pueden concentrarse en las escuelas de madera. Bajan los niveles de estrés y se reduce el ritmo cardíaco, a la vez que se registra una menor presión sanguínea y mayores niveles de concentración y aumento de la creatividad.
Carbono neutralidad
El concepto de huella de carbono y la necesidad de acción global para mitigar el cambio climático promueven de por sí la construcción de escuelas de madera que capten carbono.
El uso de este material noble como sustituto de productos no renovables y de empleo intensivo de energía es un gran aporte para promover cadenas de suministro que reduzcan la huella de carbono y se sumen a conseguir la carbono neutralidad.
Los árboles son reconocidos ampliamente por su aporte a la mitigación del cambio climático, ya que se aceptan como el sistema más eficiente para absorber dióxido de carbono (CO2) de la atmósfera en su proceso de crecimiento. De hecho, se estima que un metro cúbico de madera contiene alrededor de una tonelada de CO2, que es similar al consumo de 350 litros de gasolina.
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