A pesar de lo que aparece reflejado en la serie The Last of Us, donde los hongos pueden comunicarse entre sí a largas distancias a través de una red subterránea, no hay pruebas científicas de que los árboles se comuniquen o alerten de peligros inminentes entre sí, a pesar de la creencia popular de que comparten recursos y protegen a sus plántulas a través de una red subterránea de hongos.
La experta en la Universidad de Alberta, Justine Karst, junto con dos colegas, refutan tres afirmaciones sobre las capacidades de los hongos subterráneos conocidos como redes micorrícicas comunes (RMC) en un artículo revisado por expertos y publicado en la revista Nature Ecology & Evolution. La palabra micorriza, de origen griego, define la simbiosis entre un hongo (mycos) y las raíces (rhizos) de una planta.
El primero en observar las micorrizas y bautizarlas con el nombre que llevan actualmente fue el botánico alemán Albert Bernhard Frank, en 1885, tras detectar su presencia en varios árboles frutales.
Los autores del estudio sostienen que no es verdad que los árboles comparten recursos y protegen a sus plántulas a través de una red subterránea de hongos.
Sin embargo, revisando estudios de campo existentes, se descubrió que una de las afirmaciones populares sobre las RMC, que están muy extendidas en los bosques, no está respaldada por suficientes pruebas científicas.
La segunda afirmación, es decir, que las RMC potencian la supervivencia y el crecimiento de las plántulas a través de la transferencia de recursos, también resulta cuestionable. Esto se debe a que se sabe poco sobre la estructura de estas redes y su función sobre el terreno, con muy pocos bosques cartografiados.
HASTA 26 INVESTIGACIONES CIENTÍFICAS CONFIRMAN QUE LOS ÁRBOLES NO SE COMUNICAN ENTRE SÍ
El estudio revisó 26 investigaciones, incluyendo una coautoría de Karst, y encontró que aunque los árboles pueden transferir recursos al subsuelo, las redes de micorrizas no siempre causan ese flujo y las plántulas no se benefician en general. Los efectos neutros son comunes.
Así pues, los autores indican que no hay evidencia de que los árboles adultos envíen señales de daño por insectos a los jóvenes a través de las RMC en estudios de campo revisados por expertos.
Los investigadores indican que la exageración de información puede distorsionar la opinión pública sobre las RMC, lo cual puede afectar la gestión de los bosques. Una ciencia sólida es fundamental para tomar decisiones sobre la gestión de los bosques y es prematuro basar políticas forestales en las RMC sin pruebas adicionales. La desinformación no identificada puede erosionar la confianza pública en la ciencia.
De todas maneras, seguiremos dando un salto de fe para creernos que el Cordyceps de The Last of Us realmente puede comunicarse entre sí a través de una suerte de red micelial a fin de zombificar a toda la humanidad.