En los océanos ya no se oyen los típicos cantos de las ballenas jorobadas. En cambio, se escuchan melodías melancólicas que son, en realidad, un signo de soledad.
Los últimos estudios realizados por científicos sobre estos animales en Australia expusieron que cada vez son menos las ballenas que ululan al buscar una pareja. “El canto de las ballenas jorobadas es fuerte y llega muy lejos en el océano”, explicó la bióloga marina Rebecca Dunlop, quien notó su ausencia luego de más de dos décadas de estudiar estas poblaciones que se reproducen cerca de la Gran Barrera de Coral.
Originalmente, estos sonidos comenzaron a oírse y ser estudiados en la década de 1970, gracias a la implementación de micrófonos submarinos. Allí se descubrió que sólo los machos cantan ya que sus melodías les serían útiles para atraer a sus parejas y afirmar, así, su dominio.
Sin embargo, en los diez años anteriores, la especie había estado seriamente amenazada de extinción en la región australiana, con sólo unas 200 de ellas. Sin embargo, gracias a los esfuerzos ambientales se consiguió que su población comenzara a crecer y se alcanzó las 27.000 ballenas en 2015 -una cifra cercana a la previa del auge de la caza-. Esto es considerado uno de los grandes éxitos mundiales de la conservación.
De todas formas, este cambio generó que los individuos navegando las aguas se sintieran amenazados por la gran cantidad de pares a su alrededor, por lo que su cortejo cambió. Hacia 2004 eran 2 de cada 10 los machos que cantaban; una década más tarde esa proporción se había reducido a 1 cada 10, comentó Dunlop.
“Cada vez era más difícil encontrar cantantes. Cuando había menos, se cantaba mucho; ahora que hay muchos no hace falta cantar tanto”, continuó la investigadora de la Universidad de Queensland en Brisbane.
En ese sentido, los estudios sugieren que el canto habría desempeñado un papel más importante en la atracción de las parejas cuando las poblaciones estaban más mermadas ya que “era difícil encontrar otras ballenas en la zona porque no había muchas” pero, al darse poblaciones más densas, el macho que busca pareja también debe protegerse de la competencia. Es por ello que el canto puede ser una desviación de la atención hacia otros pretendientes.
“A medida que las poblaciones animales se recuperan, cambian su comportamiento: tienen limitaciones diferentes”, comentó, por su parte, el biólogo marino Boris Worm, de la Universidad Dalhousie de Canadá, quien no participó del reciente estudio publicado en la revista Nature Communications Biology.
Igualmente, los mares siguen siendo ruidosos gracias a una combinación de cantos y empujones físicos de estas ballenas jorobadas. Esta agresión tiende a manifestarse con embestidas e intentos de darse cabezazos lo que, inclusive, conlleva el riesgo de lesiones físicas y lleva a los machos a tener que “sopesar los costes y beneficios de cada táctica”.
Dunlop concluyó indicando que “será fascinante ver cómo se sigue configurando el comportamiento de apareamiento de las ballenas en el futuro”, en medio de un ecosistema que está en constante cambio. Además, remarcó que estas modificaciones en su forma de relacionarse han sido “bastante grandes” y sugieren que los humanos no son los únicos que están sujetos a “grandes cambios en lo que respecta a los rituales de apareamiento”.