La organización conservacionista internacional Sea Shepherd Global documentó cómo dos superarrastreros con sus enormes redes desplegadas acosaban un grupo de más de cien rorcuales comunes mientras se alimentaban de krill frente a las Islas Orcadas del Sur, en la Antártida. La estrategia de estos buques, algunos con bandera asiática, consiste en ‘robar’ esta comida a las ballenas para fabricar piensos destinados a acuicultura o para la obtención de aceite de krill, destinado a la industria alimentaria animal, entre otras cosas. El efecto inmediato de esta captura masiva de krill consiste en dejar sin alimento a grandes poblaciones de ballenas, que tienen en estos pequeños organismos su principal fuente de subsistencia, lo que pone en peligro a estas especies.
Algunos de los arrastreros localizados por el buque ecologista no variaron su rumbo al percatarse de su presencia, pero otros recogieron inmediatamente sus redes y huyeron de la escena, informa la tripulación del Allankay, el nuevo barco de Sea Shepherd Global.
Las imágenes obtenidas fueron captadas el primer día de la llegada de Sea Shepherd Global al Océano Antártico para una campaña de conservación. La Operación Defensa Antártica es una misión para combatir precisamente a estos arrastreros en busca de krill, cuyas flotas son cada vez mayores y que son considerados la “mayor amenaza ecológica para el ecosistema antártico”.
El krill, un pequeño crustáceo parecido a la gamba que forma la base de todo el ecosistema antártico, es la principal fuente de alimento de las ballenas barbadas y los pingüinos, y la mayor parte de la vida marina depende directamente del krill como fuente de alimento de forma total o casi completa.
A por el krill, dejando a los animales sin comida
Con el declive internacional de la caza de ballenas, la pesca de kril ha ocupado su lugar, con la presencia habitual de 12-14 arrastreros industriales en estas aguas que ya no se dirigen directamente a las ballenas, pero sí a las especies clave de las que dependen para sobrevivir.
“Estamos viendo un fuerte descenso de la reproducción de ballenas jorobadas, una disminución de la masa corporal de los lobos marinos y una caída en picado de las poblaciones de pingüinos barbijo. Las tres especies dependen del krill como fuente primaria de alimento. Todo ello mientras el cambio climático ha reducido tanto la cantidad como la duración del hielo marino que el krill necesita para sobrevivir”, afirma el capitán del Allankay, Peter Hammarstedt.
El impacto mortal de esta situación sobre las ballenas no es sólo indirecto. En 2021, se documentó la muerte de tres ballenas -en tres episodios distintos- en las redes de arrastre de krill, lo que pone de manifiesto el creciente conflicto entre los operadores de los buques pesqueros y las ballenas que persiguen el mismo krill.
Hace tres semanas, la revista Ecology publicó un estudio de la Universidad de Stanford que revelaba que cuatro grandes buques pesqueros acosaban a un supergrupo de más de 1.000 rorcuales comunes en busca de krill. El estudio concluía que este tipo de competencia entre pescadores de krill y ballenas no hará sino aumentar en el futuro. “Y, efectivamente, las recientes imágenes de las islas Orcadas del Sur demuestran que este episodio de pesca no fue un incidente aislado”, agrega la organización conservacionista.
Destinado a las piscifactorías de acuicultura
El krill se extrae del océano Antártico principalmente para producir harina de krill, un aditivo para piensos en la industria de la acuicultura, pero también para producir aceite de krill con el que se elaboran en masa suplementos dietéticos de omega-3. Como aditivo para piensos, este mismo aceite se utiliza en la alimentación animal. Como aditivo alimentario, la harina de krill hace que la carne gris de los salmones cautivos se vuelva rosa o roja, imitando a sus primos salvajes.
Los buques modernos de pesca de krill instalan una manguera de vacío en el extremo de la red de arrastre para poder pescar las 24 horas del día, succionándolo del mar.
“Es un absurdo y un crimen contra la naturaleza que el krill sea succionado de los remotos océanos australes por enormes buques industriales que han recorrido medio mundo para llegar hasta allí, sólo para que esta especie clave, de la que depende la salud de todo el ecosistema, pueda ser succionada de las bocas abiertas de ballenas y pingüinos hambrientos para convertir el salmón de piscifactoría en salmón rosa”, declaró Alistair Allan, activista antártico de la Fundación Bob Brown.
La tripulación a bordo del Allankay monitorizará la pesquería y su impacto en las ballenas, documentando sus actividades y cartografiando toda la cadena de suministro. Sea Shepherd Global se ha unido a la Fundación australiana Bob Brown, que investigará a las compañías pesqueras de krill y cómo el krill acaba en los estantes de los supermercados y farmacias australianos como parte de su campaña “Fin a la pesca de krill”.
“La pesca de krill en el Antártico debería prohibirse inmediatamente por su efecto devastador sobre las especies que dependen del krill. La pesca de estos pequeños organismos acaba con la base de toda la cadena alimentaria antártica. Sea Shepherd sólo interviene mediante la acción directa contra la actividad pesquera ilegal. Cuando la pesquería es legal -como es el caso de la pesquería de krill- tenemos que controlar y documentar la actividad pesquera para presionar por los cambios necesarios. Esta es una pesquería a la que no se le debería permitir operar en este entorno prístino y trabajaremos para conseguirlo, ya sea a través de la ley o de los mercados”, dijo el Capitán Alex Cornelissen, Director General de Sea Shepherd Global.