La temperatura del mar medida a comienzos de abril es la más caliente de los últimos 45 años, debido al final del fenómeno de La Niña, que camuflaba el calor acumulado por el efecto invernadero.
“Los océanos entran en territorio desconocido”. Así alertó el meteorólogo González Alemán sobre el récord de temperatura del agua del mar medido por los satélites el 8 de abril. La media oceánica escaló hasta los 21ºC, superando el anterior récord, marcado hace solo siete años, en 2016.
Se trata del agua marina más caliente desde que hay mediciones satelitales, es decir, al menos en los últimos 45 años. La mezcla del calentamiento global provocado por los gases de efecto invernadero y el fin del fenómeno de La Niña –que refresca las aguas del Pacífico ecuatorial– ha hecho saltar los registros.
El fenómeno de La Niña y El Niño
La Niña es la fase fría del fenómeno meteorológico conocido como El Niño-Oscilación-Sur (ENSO). Cuando se producen vientos alisios fuertes desde el oeste, la temperatura en las aguas del Pacífico ecuatorial descienden y una vez frena ese régimen, la temperatura se eleva y comienza una fase de El Niño.
“La Niña había estado camuflando estos últimos años el calentamiento del planeta”, explica el portavoz de la Agencia Estatal de Meteorología, Rubén del Campo. La Niña es un fenómeno de interacciones atmosféricas en el océano Pacífico que hace que una vastísima cantidad de agua en una extensión gigantesca del mar esté más fría de lo normal.
Los océanos alcanzan récord de calentamiento en 2023
Evolución diaria de la temperatura de los océanos en cada año desde 1982 hasta la actualidad.
“Y eso tira hacia abajo de la temperatura media, no solo de los océanos sino de todo el planeta”, cuenta Del Campo. “Camufla la elevación que correspondería por el nivel de emisiones y acumulación de gases invernadero en la atmósfera”.
Es decir, que mientras la costra gaseosa creada al lanzar CO2 crecía y atrapaba el calor, La Niña refrescaba la superficie del Pacífico. Y esta Niña ha sido, además, inusualmente prolongada: ha encadenado episodios durante tres años. Sin embargo, este fenómeno ha finalizado. La misma Oficina Nacional de Administración Oceánica y Atmosférica (NOAA) consideró a comienzos de marzo que La Niña había llegado a su fin.
Una vez finalizado, la Tierra está en una fase de transición hacia la situación inversa. Está generándose El Niño, que recalienta el agua. Así que en este abril no ha existido compensación y los efectos del cambio climático se dejan notar sin ese colchón.
“El océano acumula una cantidad ingente de calor y, aunque se recaliente más lentamente que los continentes –porque cuesta más calentar un volumen de agua–, está claro que la temperatura de los mares está subiendo”, subraya el meteorólogo.
La cantidad de calor que se traga el mar cada año va de récord en récord. En 2022 se midió el valor más alto en toda la serie histórica que superaba la anterior plusmarca, de 2021, que, a su vez batía el pico de 2020. Los valores de 2019 y 2017 son los siguientes en la lista. Los científicos que se dedican a estas mediciones han evidenciado que la tendencia “es tan continua y robusta que cada año se establece un récord”.
“Los pronósticos indican que El Niño puede llegar después del verano del hemisferio norte” –informa Rubén del Campo–. “Y, claro, si tenemos toda esa masa oceánica más caliente de lo normal, lo esperable es que el conjunto esté muy por encima del promedio y, además, esta gran cantidad de agua caliente en mucha superficie va a tirar hacia arriba de la temperatura media del planeta”.
¿Cómo afecta a los océanos?
El calentamiento de los océanos tiene importantes repercusiones en la vida de millones de personas. Sobrealimenta los patrones meteorológicos para crear tormentas más potentes, huracanes y lluvias intensas, y facilita que las tormentas se intensifiquen rápidamente, como ocurrió con el huracán Ian, que azotó el Caribe y Florida a finales de septiembre.
El calentamiento es también un factor clave de la subida del nivel del mar, porque el calor adicional hace que los océanos se expandan. Cuando el agua se calienta, sus moléculas se mueven más rápido y se dispersan más, lo que aumenta su volumen. Esto provoca una mayor erosión costera y marejadas, como cuando el huracán Nicole azotó la zona de Daytona Beach en Florida en noviembre.