La biología sintética hace soñar y temblar a los ecologistas

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La película Jurassic Park (1993) hizo soñar al ser humano con la posibilidad de resucitar especies. Casi tres décadas después, la biología sintética ya está aquí, pero no para rescatar dinosaurios extinguidos, sino para exterminar animales dañinos.

La taquillera película de Steven Spielberg situaba la acción en una isla imaginaria ante Costa Rica.

Y es precisamente en una isla donde podría producirse algún día la primera experiencia científica, quizás en la próxima década, según expertos y activistas en el Congreso Mundial de la Naturaleza.

El 80% de las islas en todo el mundo comparten un mismo problema: los ratones. Infestan los cultivos, se comen los huevos de los pájaros y ponen en peligro el frágil ecosistema local.

Durante más de veinticinco años la organización Island Conservation se ha dedicado a erradicar especies invasivas, explica Royden Saah, representante de la organización en el congreso de Marsella.

Uno de sus últimos éxitos fue en dos de las Islas Galápagos, Seymour Norte y el islote de Mosquera, utilizando drones y cebos.

Pero es una tarea costosa e incierta, y el uso de raticidas puede provocar daños colaterales.

“¿Deberíamos crear un ratón modificado genéticamente para que sus futuras generaciones sean exclusivamente machos (o hembras)?” se pregunta Island Conservation en su sitio internet.

Saah coordina un equipo de investigadores, GBIRd, con instituciones en Estados Unidos, Australia y Nueva Zelanda.

“No tenemos el ratón aún” insiste en precisar este científico conservacionista. Pero “si no investigamos, no podremos saber el potencial de esta tecnología”.

Saah precisa que solamente los países interesados podrían eventualmente aceptar una experimentación sobre el terreno.

Los más de 1.400 miembros de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) pidieron hace cuatro años a la organización que creara un grupo de trabajo sobre la cuestión.

El resultado es una Carta de Principios sobre el uso de la biología sintética (que engloba la ingeniería genética) que debe ser votada esta semana en Marsella.

El borrador de la Carta reafirma el derecho de cualquier Estado a prohibir actividades apelando al “principio de precaución”.

Todos los participantes en los debates del congreso de Marsella reconocieron sin excepción que los interrogantes son considerables.

“A mi también me dan miedo las potenciales aplicaciones de la biología sintética” declaró el propio jefe del grupo de trabajo, Kent Redford, al presentar las conclusiones del grupo en Marsella.

“Hay riesgos ecológicos obvios y preocupaciones en torno a las modificaciones genéticas de especies salvajes”, alerta Ricarda Steinbrecher, geneticista y consejera científica de la oenegé ProNatura.

ProNatura y Amigos de la Tierra son algunas de las oenegés que han dado la voz de alarma en Marsella. La Carta de principios no ha sido suficientemente debatida, consideran.

Entre otras razones porque los científicos ni siquiera se ponen de acuerdo sobre las fronteras exactas de la biología sintética.

¿Un ratón modificado sigue perteneciendo a su especie, o crea una nueva?
Uno de los ejemplos que plantean los científicos partidarios de la experimentación es recrear la material de un cuerno de rinoceronte, para que ese animal pueda escapar a la extinción.

Pero “la gente quiere el producto real. Son fantasías”, asegura Ricarda Steinbrecher.

“No he encontrado nada que impida seguir investigando”, insiste Saah.

El debate es intenso, pero la situación en algunos lugares es igualmente acuciante.

Samuel Gon, consejero científico de la oganización Nature Conservancy en Hawai, dice que no puede esperar.

La biología sintética “no es una opción. No va a llegar a tiempo de salvar los pájaros” de las islas, explicó.

De las más de 50 especies endémicas de pájaros mieleros que se conocían en Hawai, ya solo quedan unas 15, cinco en estado crítico de extinción.
Hawai no tenía mosquitos, pero cuando desembarcaron, a partir del siglo XIX, algunos portaban la malaria.

Las autoridades conservacionistas de Hawai están a punto de utilizar una técnica que ya se conoce para esterilizar a los mosquitos, inoculándoles una bacteria, Wolbachia.

Más allá de la urgencia ecológica, algunos científicos parecen irresistiblemente atraídos con sueños más ambiciosos.

Hace pocos meses un grupo de investigadores aseguró que había logrado la secuencia completa del genoma de un mamut de un millón de años de antigüedad.

“Los desafíos técnicos para lograr la secuencia fiable del genoma de especies extintas son inmensos”, advierte de todas formas el informe de los expertos de la UICN.

Steinbrecher se muestra más rotunda aún. “Tenemos que aceptar que algunas especies se extinguieron, por muy penible que sea. El objetivo principal es preservar lo que ya tenemos”.

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